Esas flores abandonadas

Yang Lei

Parte primera: flores caídas

Cuando el sol poniente reflejó ese triste arco, vino una desolación sin fin. El corazón de todos es como una espada insertada en su corazón, sintiendo un dolor profundo. Una nueva vida cayó y fue enterrado entre mil flores, convirtiéndose en un terreno para la protección de las flores.

No había vida. Todavía no ha tenido tiempo de mirar el mundo, ni siquiera de experimentar la luz del sol. Abrió los ojos y se fue. Tal vez no debería ser un viaje al mundo. Era la oscuridad desde el principio hasta el final. Cuando otras flores prosperen, se convertirá en su nutriente. Esos jardineros incompetentes solo ven los frutos del amor, pero nunca piensan en el amor triste.
Con ilusiones, fue sembrado. Desde entonces, la vida también ha sido condenada. Condenado a caer de este mundo, se volverá rojo antinatural. Su vida será una tragedia, y está condenada a entonar una canción triste.
La gente siempre dice que hay escasez de lunas y la gente tiene alegrías y tristezas. Esto es una impotencia, y por lo tanto hay que apreciar más cada momento en que todos están juntos. ¿Por qué puedes tirar las flores cuidadosamente cultivadas? ¿Por qué se va sin saber si puede sobrevivir o no? .

Parte segunda: esas flores

Ellos son ángeles sin alas. Dios los mira con consternación. Siente angustia por ellos, porque se han encontrado con jardineros incompetentes. ¡Qué triste debería estar Dios mirando su estupidez! Su ignorancia también ha traído pesar a la comunidad. Cuando unas flores florecen de felicidad, otras flores mueren trágicamente. El jardinero irresponsable ha causado mucho dolor. ¡Cuántas tragedias ha agregado el mundo! Eso es lo mucho que Dios no quiere ver. Pero él solo lloró. La fe de Dios les advirtió que no escucharan. El carácter egoísta y el entumecimiento nos arrojan a un destino apenado.
Esas flores trágicas, ¿odiaron al Creador? Fue él quien juntó la pasión y la herencia. Pero no esperaba que la gente cometiera errores en los años de la historia. ¡Tal vez todavía habrá un toque de pureza en el cielo! ¡Tal vez los ángeles tendrán alas! Esas flores, trágicas y malogradas, ¿Quién es el responsable de esto? La tragedia se escenificará continuamente. Tienen muchas ganas de cesar en su desventura, devolver al mundo claridad.
El sol calienta cada rincón, y la lluvia nutre cada planta y tierra. Años pasados en el amanecer y el atardecer, la gente camina con seguridad por el camino y disfruta del calor al sol. Aparece una neblina en el cielo, y nos sorprende. Cuando se suponía que las flores debían nutrirse con la lluvia, fueron despiadadamente abandonadas. Cayeron en el infierno de la muerte.
Cuando Dios crea el amor, ¿quiere ver esta escena? Él debe esperar vernos felices. Asumid la responsabilidad de la herencia, cuidad de esas flores y alimentad su belleza. Dejad que el mundo se llene de sus risas.

Parte tercera: responsabilidad

¡Mira esas caras inocentes, figuras delicadas! Espero que crezcan sin preocupaciones. ¡Qué cariñosos son estos adorables niños! ¡Estoy tan asustada de que llegue el día en el que sepan que serán despiadadamente abandonados!. Ese tipo de agravio, ese tipo de resentimiento hará que sus sonrisas ya no sean brillantes, una especie de apego los impulsará a buscar la causa del abandono. Se espera que los padres asuman sus propias responsabilidades y permitan que sus hijos crezcan en el amor.


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Yang Lei es alumna del MUIP. Licenciada en Filología Hispánica (bilingüe español y portugués) por la Universidad de la Ciudad de Beijing (China). También es Graduada en Dirección de Marketing y Gestión Comercial por ESIC Business School (Madrid). Habla español, portugués, inglés y chino.

Fotos: M. J. Casals

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Silencio chino

Qin Zhenni

Pero justamente porque soy valiente, tendrán aun más ganas de devorarme, para adquirir parte de mi coraje (Lu Xun)

 

En el proceso de estudiar en el extranjero, los estudiantes chinos escuchamos a menudo críticas despecLu Xun silent chinativas sobre nuestro conocimiento del idioma (español) y por nuestro comportamiento silencioso. Lo que se escucha más comúnmente es que a los chinos no nos gusta hablar y que no participamos en las clases. Algunos profesores no saben si los estudiantes los entienden o no. “Ellos son como tontos”, hemos tenido que oír. Sin embargo, detrás de ese silencio se ocultan miles de años de hábitos de vida y cultura de China. Pienso que es una ausencia de comportamiento racional ese modo de juzgarnos. Por supuesto, los estudiantes chinos en el extranjero deberían adaptarse a los métodos de enseñanza allí donde estudien. Sin embargo, en mi opinión, el hábito del silencio no puede cambiarse en poco tiempo.

  Los chinos piensan que el silencio es sabiduría. Así nos enseñaron desde la infancia. “Mira el hijo de XXX, que tiene muy buena nota en la escuela, y muy obediente, ¿y tú?! solo hablar, hablar, hablar, no haces nada¡”. Y también: «Ah, este no es asunto tuyo, ¡solo necesitas manejarte bien !”

La educación en China ha llevado a los niños a estar más dispuestos a hacer que a decir, y este tipo de educación es una manifestación de la cultura tradicional. De hecho, mantener el silencio en lugares públicos ya es una de las reglas ocultas que la mayoría de los chinos persigue durante toda su vida. A lo largo de la historia, las masacres a gran escala de las dinastías chinas, como la guerra del cambio y la tiranía de la paz, han ejercido presión sobre el pueblo chino. Esas personas valientes, personas honestas, personas con sentido de justicia a menudo son vulnerables a la muerte. Confucio, (551 aC.-479 aC.), nuestro filósofo y maestro que tanto ha influido en nuestra cultura, dijo: El silencio es un verdadero amigo que nunca traiciona. Lu Xun (1881-1936), el mejor escritor del siglo XX de China, escribió: “Los chinos tienden a amar la moderación debido a su temperamento. Si dijiste, por ejemplo, que la habitación es tan oscura que hay que instalar una ventana aquí, nadie estaría de acuerdo. Pero si pretendemos desmantelar el techo, vendrán a mediar y, por lo tanto, aceptarían instalar una ventana. (Silent China, 1927). Para Lu Xun el abuso verbal y la intimidación no pelean precisamente.

En realidad, no solo los estudiantes chinos que viven en el extranjero, sino los chinos que viven en China, están acostumbrados a guardar silencio. Cuando terminó la Asamblea Popular Nacional de China (máximo órgano legislativo de la República Popular China), en 2018, nos informaron de que «China marcará el comienzo de una nueva era”. Xi Jinping anunció que continuará en el puesto de presidente del país. Todos los delegados en la conferencia votaron a favor. Nadie objetó y no hubo objeciones en Internet o en los periódicos. Este es un fenómeno social y cultural. Las razones detrás del fenómeno son las siguientes:

China es una sociedad “centralizada»
Desde la dinastía Qin, China ha sido un país altamente centralizado. China tiene un vasto territorio y una gran población, y docenas de grupos étnicos forman un país. Si no hay una «autoridad absoluta» que todos reconozcan, no hay fuerza cohesiva de una poderosa organización de poder, no hay «subordinados al superior» y «obediencia local al gobierno central». Si no se adoptan estas estrategias, será difícil garantizar la implementación fluida del decreto, pero al mismo tiempo, el «derecho a hablar» y el «poder de decisión» de China permanecerán en manos de unas pocas élites.

La tradición cultural de la «conciencia colectiva» en China
Existe una fuerte «conciencia colectiva» en los genes culturales chinos. Los chinos fuimos educados en “los beneficios colectivos son superiores a los intereses personales» y «los individuos deben obedecer al colectivo». Los chinos generalmente prefieren buscar identidad y pertenencia en el colectivo. Cuando hay un conflicto entre los intereses personales y los intereses colectivos, es mejor sacrificar los intereses personales, se puede «buscar un terreno común y reservar las diferencias”.

La «conciencia colectiva» es una espada de doble filo: cuando los intereses colectivos están sujetos a una crisis, puede producir una fuerza cohesiva que permita a los miembros constituyentes del colectivo ganar un consenso y así poder unirse, al mismo tiempo que también hará que las personas No están dispuestos a proponer «objeciones» que sean diferentes de la mayoría de las personas. De lo contrario, se convertirá en una alternativa y estará sujeta a la exclusión «colectiva». Este principio en China lo expresa un refrán popular:  “El pájaro que siempre vuela en primer lugar es fácil de disparar”.

Ya sea en política o en la vida, el silencio del pueblo chino ya es conocido en todo el mundo. Desde el aspecto de la indiferencia china a la política, podemos concluir que a la mayoría de los chinos no les gusta hablar. Detrás de estos fenómenos, hemos visto una nación que sabe cómo escuchar, comprender y preferir la práctica en lugar de hablar. Sin embargo, en muchos casos, tales culturas y hábitos a menudo pueden causar que una nación languidezca y estalle. Los estudiantes que estudian en el extranjero tienen la esperanza de cambiar la sociedad en el futuro. Debemos saber escuchar y aprender a expresarnos. Las diferencias culturales entre Oriente y Occidente existen. Cuando queremos cambiar, también esperamos que Occidente pueda ser indulgente y prestar ayuda.

solidaridad

 

QIN Zhenni es alumna del MUIP. Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Lenguas Extrajeras Zhejiang Yuexiu (China). Habla español, inglés y chino
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La ortografía, en riesgo de morir

Yanran Men

Ortografía

Parece que la ortografía está despidiéndonos, poco a poco se aleja de nosotros, agitando la mano.

Estamos en la época de web 2.0, en la que casi todos nos conectamos por Internet. Con el teléfono móvil podemos hacer muchas cosas, tales como mandar mensajes a los familiares y amigos, sacar selfies y subirlos a las redes sociales, buscar informaciones que necesitamos en los navegadores, comprar cosas online sin tener que salir de casa, etc. El móvil (y también otros aparatos electrónicos que tienen funciones comunicativas) nos ofrece a los usuarios tantas facilidades y comodidades que, si nos preguntamos a nosotros mismos, ¿podemos vivir sin las nuevas tecnologías? Evidentemente la respuesta es incuestionable: NO.

Sin embargo, pese a todas las conveniencias que nos brindan las nuevas tecnologías, al mismo tiempo nos hacen olvidar de la ortografía. Ahora escribimos tecleando en vez de a mano, e incluso utilizamos cada día más el lenguaje coloquial cuando charlamos en el mundo digital.

El lenguaje digital empezó a brotar por el inicio del servicio de los SMS (abreviatura de las siglas del inglés Short Message Service, o sea, Servicio de Mensajes Cortos), el cual no se planteaba ofrecer a los usuarios, ni se lo imaginaba, que tal servicio hubiera podido tener tanto éxito. Gracias a los SMS, la gente no se veía obligada a hacer llamadas todo el tiempo, sino que tenía otra forma de comunicarse por móviles. Solo basta con teclear un ratito, ya está. No obstante, existen limitaciones tipográficas y espaciales para enviar un mensaje, porque “las pantallas permiten hasta 160 caracteres”. Tales limitaciones obligan a que la gente piense más en qué va a escribir y la forma de expresión cuando lo redacta y explican muy bien por qué los usuarios de los SMS tiendan a condensar en lo posible sus mensajes. Ya que disponen de un espacio reducido y, además, el exceso informativo cuesta dinero. Por este motivo el lenguaje coloquial se extiende a la comunicación digital poco a poco, desde los SMS hasta las redes sociales actuales, tales como Facebook, Twitter, Instagram, etc. Por el uso cada vez más ampliado, se acepta por más gente, incluso se crea un diccionario del lenguaje coloquial para la comunicación online. Se puede decir que “escribimos correos electrónicos, pero hablamos en el chat”.

Ahora existen unas reglas de los internautas cuando escriben en Internet, por ejemplo: no se respetan la puntuación, mayúsculas y acentuación. Incluso, muchas veces, los signos de interrogación y exclamación invertidos con los que el español se diferencia de otros idiomas desaparecen. Además, si no existen situaciones en que se entiende mal sin las vocales, se las omitirá. Para ahorrar unas teclas, si se trata de dobles grafías, generalmente se cambia la forma. Por ejemplo, “LL>L; RR>R; CC>C; LL>Y; CH>X; QU,C>K, grupos de velar G+vocal>W;)”, la “H” desaparece, y la “qu”, K o Q. Y por último, lo más frecuente, el “x” sustituye al “por” , y el “xa”, al “para”. Como esta frase: “xA to2 los romntics q van al fauno con flores” (Para todos los románticos que van al Fauno con flores).

La ortografía está desesperada porque mucha gente no la respeta. El lenguaje coloquial utilizado en Internet es una mala costumbre porque la consecuencia es que la gente, especialmente los jóvenes, que representan el mayor porcentaje entre los internautas, hace malas conjugaciones y está confusa porque no sabe qué palabras empiezan por la “h” y qué otras empiezan simplemente por vocales, por ejemplo.

Es verdad que la llegada de las nuevas tecnologías nos ha traído a los seres humanos muchas ventajas y conveniencias, así con ellas podemos disfrutar mejor de la vida. Pero, a veces también nos llenan de perplejidad porque la pérdida de ortografía es muy preocupante, es arrasar contra lo principal de la cultura: las reglas para comunicarnos. Para una lengua viva siempre hay cambios y los que resultan inaceptables ahora podrán ser correctos en el futuro, pero la ortografía es la representación de la lengua, hay que respetarla absolutamente. No es la ortografía la que se despide, sino que somos nosotros quienes estamos abandonándola.

«Ortografía_de_la_lengua_española»_(2010)

Yanran Men es Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Estudios Internacionales de Beijing (China). Es alumna del MUIP. Domina el español, el inglés y el chino. Ha trabajado en la Agencia de Noticias China-Files, en el Ministerio de Comercio de China y en la Embajada de Chile en China.
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200 años después, Karl Marx sigue siendo relevante

Pan Tianxiong

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Karl Marx en 1875 (Fuente: Wikipedia)

El capitalismo de hoy sigue siendo desenfrenado, a diferencia de lo que se predijo y se escribió hace 170 años en The Communist Manifesto de Karl Marx y Friedrich Engels: «Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.»

Entonces, ¿está ya terminado el pensamiento de Marx? La respuesta es: de ningún modo.
Este año se celebra el 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx (Prusia, 1818 – Londres, 1883), lo que nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el legado intelectual y la importancia de Marx en la actualidad.

Nacido el 5 de mayo de 1818 en Trier de una familia de clase media, Marx estudió derecho y filosofía hegeliana. Debido a sus publicaciones políticas, Marx se convirtió en apátrida y vivió en el exilio en Londres, donde continuó desarrollando su pensamiento en colaboración con el pensador alemán Friedrich Engels y publicó sus escritos. Sus obras más conocidas son: The Communist Manifesto (1848), y Das Kapital (1867), en tres volúmenes. Su pensamiento político y filosófico tuvo una enorme influencia en la subsecuente historia intelectual, económica y política del mundo; y su nombre ha sido usado como un adjetivo, un sustantivo y una escuela de teoría social.

Marx tuvo una vida muy difícil. Luchó contra la pobreza personal severa y tuvo la suerte de tener un camarada como Friedrich Engels que lo ayudó a sobrevivir. Marx no tuvo una vida fácil, tampoco en su componente emocional. La amistad de su camarada Friedrich Engels fue tal vez lo mejor que le pasó. En Marx era admirable su persistencia en tratar de hacer lo que siempre pensaba que era el trabajo de su vida, es decir, la comprensión de la forma en que opera el capitalismo. Marx no quiso explicar la historia ni tampoco predecir ningún futuro. Estas no eran las tareas que se ponía a sí mismo. Quería entender el mundo capitalista en el que vivía.

En las décadas posteriores a su muerte, los gobiernos burgueses introdujeron numerosas reformas diseñadas para mejorar el nivel de vida de los trabajadores, incluidas las leyes laborales, la legislación de salario mínimo y los beneficios sociales, que se habrían etiquetado como «socialismo» en la época de Marx.

Marx no se consideraba a sí mismo como un «marxista». Él rechazó las respuestas finales. No quería descubrir una clave filosófica de la historia para comprender la historia tanto como no tenía la intención de desarrollar un sistema socialista final. Sin embargo, entendió sus esfuerzos teóricos como una contribución a la abolición del capitalismo. Y muchas actividades históricas y contemporáneas, organizaciones y partidos políticos de diversa índole se han basado en el trabajo de Karl Marx para cambiar y crear una sociedad mejor, más humana y más razonable. Esto, por supuesto, tuvo que tener consecuencias para la teoría de Karl Marx. Ésta se enriqueció; la ampliaron y renovaron numerosas preguntas y conceptos fructíferos, investigaciones académicas productivas y movimientos sociales emancipadores.

El reconocimiento de la gran aportación política y social de Karl Marx ha revivido afortunadamente, sobre todo después de la crisis financiera de 2008. La gente quiere una explicación. Para ello hay que recurrir, una vez más, a Marx para obtener la respuesta. Él no está afuera; está dentro.

El «retorno de Marx» fue repetidamente declarado, inicialmente en el cambio de siglo cuando se discutía con mucha frecuencia la llamada «globalización». Este renacimiento de la adopción de Marx, que comenzó hace unos 50 años y continúa hasta nuestros días, fue desencadenado por los nuevos movimientos sociales y su deseo de una crítica de la sociedad.

Es necesario regresar a Marx, estudiar su teoría del capitalismo para comprenderlo. Su trabajo es una herramienta muy útil que deberá ayudarnos a encontrar alternativas al funcionamiento de un capitalismo sin límites ni barreras. Marx es relevante. Por fortuna, muchos columnistas y académicos consideran a Marx extremadamente útil y hoy se encuentra en una de sus nuevas fases de popularidad.

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Pan Tianxiong es  alumno del MUIP. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Lenguas Extranjeras Xian (China). Habla español, inglés y chino.
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Larra y la idiosincrasia española: «Vuelva usted mañana»

Zhai Guohao

Mariano José de Larra. José Gutiérrez de la Vega. (Madrid, Museo Nacional del Romanticismo).

El ante todo periodista del siglo XIX (aparte de escritor y político) Mariano José de Larra (o sus pseudónimos Fígaro, Duende, Bachiller, El Pobrecito Hablador, Juan Pérez de Munguía), equiparado en importancia con otros coetáneos de relevancia como Espronceda, Bécquer o Rosalía de Castro, ofreció a su público contemporáneo un artículo titulado “Vuelva usted mañana” (El Pobrecito Hablador. Revista Satírica de Costumbres, por el Bachiller don Juan Pérez de Munguía (seud. de Mariano José de Larra), n.º 11 de enero de 1833), en el cual ponía en tela de juicio la laxitud de los funcionarios públicos españoles para hacer frente a sus compromisos.  ¿Por qué de la importancia de este artículo?

El título ya da pie a intuir su contenido ya qe la expresión era muy popular entre la comicidad de la España de entonces, en la cual el retraso de las funciones laborales del funcionariado publico era motivo de chanza entre el vulgo. Comencemos por su estructura: cumple con el guion básico narrativo: introducción, nudo y desenlace. Fácil para el lector.

En primer lugar, un prólogo para situar al lector y hacerle más fácil la lectura posterior. Se trata de presentar al personaje principal, Monsieur Sans-délai. El trasfondo cómico del artículo comienza por el nombre de este personaje protagonista, ya que Sans-délai, en francés, significa “sin retraso”. Aquí, el autor, ya nos va situando en el título del artículo. Moniseur Sans-délai necesita cumplimentar unos trámites relacionados con un negocio en Madrid, que estima podrá hacerlo en quince días. Y topa con la burocracia española.

En segundo lugar, Larra desarrolla, con humor, las penas a la que se enfrenta su protagonista galo. La burocracia española es lenta y, peor, prepotente. Exige al ciudadano una paciencia exasperante ya que está caracterizada por la aceptación de una actuación funcionarial difícil de rebatir y ante la cual no hay respuesta posible, so pena de parecer ofensivo y empeorar las cosas. El funcionario está dotado de un poder sobre el tiempo de espera, que más vale no obligarle a demostrarlo.

En tercer lugar, como conclusión, el resultado casa con el carácter español. De quince días estimados por el señor Sans-délai, el asunto que le traía a Madrid, se extiende a los seis meses. Y, al final, el francés regresa sin haber concluido su negocio.

Con un escrito intencionadamente indirecto, narrativo, el autor muestra la escasa competencia de la actuación gubernamental en actividades, aparentemente poco especializadas y que dañan la imagen de España en el exterior (no olvidemos qe el protagonista es francés), en lo concerniente a la posibilidad de abrir negocios en el país.
El artículo plantea una serie de cuestiones importante. ¿Se trata de pereza, desidia, dejadez, incompetencia, prepotencia…o simplemente laxitud?

Veamos el año de publicación del artículo, 1833. Acababa de fallecer uno de los reyes más odiados de la Historia de la monarquía española, Fernando VII (pasó de ser considerado el “Rey Deseado”, al “rey felón”, responsable entre otros, de la derogación de la Constitución del19 de marzo de 1812 o “La Pepa”(festividad de San José, de ahí su nombre”), por un régimen absolutista al estiló del rey francés Luis XIV, el “Rey Sol” y causante de la llamada Década Ominosa de 1823 a 1833, donde se produjo una severísima represión a los liberales, con el cierre de periódicos y universidades…).

España inicia tímidos intentos de liberalización con Isabel II, apenas una niña, se encuentra investida reina gracias con permiso de Ley Sálica promulgada por su padre, pero como era menor de edad (contaba, entonces con tres años), el gobierno monárquico estuvo bajo la férrea regencia de su madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, hasta 1840. Una época de incertidumbre, pero de tímidas voces críticas, entre las que se encuentra el propio Larra.

El funcionariado español y la sociedad en general, quizás harta o desanimada, no tenía mayores razones para trabajar en un entono acomodaticio caracterizado por una estanquidad sin futuro, respaldada por una monarquía absolutista, cuya principal característica es el inmovilismo. La pereza es fruto, pues, no de la escasez de inteligencia sino de la situación. En un ambiente de control gubernamental dictatorial, la productividad es prácticamente inexistente. No existen razones para la competitividad, ya que todo se encuentra establecido. Aparte, el absolutismo provoca el efecto expulsión de la iniciativa privada, con lo cual, los avances o la innovación no tienen margen de maniobra.

La censura es parte de este sistema. Pero la censura puede ser salvada con rodeos lingüísticos y temáticos a los que acude Larra en su artículo. Resulta de extrema importancia resaltar el tacto con el cual Larra critica una situación salvando la posibilidad de censura con un contenido disfrazado de un humor basado sobre una supuesta historia de ficción, que salva la posibilidad de ofender, sobre todo, a instancias superiores. El delicado estilo, en forma de cuento, disfraza un artículo cargado de un juicio intencionado subyacente, sobre la actuación pública que, en manos de otros, quizás hubiera sido tan directo que pudiera haber ocasionado problemas a su autor.

Por otro lado, otra nota de humor se relaciona con el personaje que encarna Larra en su propio artículo y que interactúa con el protagonista, haciéndole ver la situación planteada dado el carácter de los españoles de la época: Fígaro. Otro elemento con una idea clara: quizás una alusión del personaje de la trilogía de Pierre-Augustin de Beaumarchais, un personaje un tanto peculiar, vividor pero crítico protagonistas de entuertos en los que participa, si bien indirectamente, con un protagonismo paradójico. Fue inmortalizado por Rossini con la ópera “El barbero de Sevilla”, Mozart con “Las Bodas de Fígaro” y Darius Milhaud con “La Madre Culpable”, respectivamente.

El artículo de Larra significa, por tanto, mucho más que un gran relato corto. Condensa en aproximadamente 8 páginas (en el original) un estilo narrativo crítico con unos objetivos de denuncia muy claros. Un ejemplo de periodismo sesudo, creativo, responsable, valiente, fustigador contra la injusticia, y muy enriquecedor. Un periodismo modélico que, en general, falta en el periodismo del siglo XXI.

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Zhai Guohao es alumno del MUIP. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Estudios Internacionales de Xi´an (China). Habla inglés, español y chino mandarín.
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¿Vale la pena estudiar en el extranjero?

Chen Chen Wang 

El 20 de abril de 2018, NetEase News de China publicó una investigación sobre «el desarrollo de los estudiantes chinos que regresan a China después de estudiar en el extranjero». La investigación dice que el 40,7% de los estudiantes de doctorado y el 45,74% de los estudiantes de másteres (entre ellos, el 70% son de las universidades de Estados Unidos) que han obtenido sus títulos en el extranjero obtienen a su regreso a China un salario entre 5.000 y 10.000 yuanes ( 800 – 1600 euros). El resto obtendrá un salario de algo menos de 5000 yuanes.

Estos datos niegan en cierto modo la creencia de mucha gente de China sobre que los estudiantes con títulos obtenidos en el extranjero gozan de salarios más altos que los que no lo han hecho. En efecto, la investigación demostró que no había tantas ventajas salariales.

Por otra parte, la investigación del College Board de Estados Unidos (2017–18) muestra que  los costes de las universidades públicas y privadas por curso se sitúan entre $35.402 y $46.950.


Y según ambas investigaciones, para pagar los costes de cuatro años de matrícula y alojamiento en Estados Unidos, los estudiantes necesitan el salario completo de por lo menos 10 años cuando empiezan su trabajo en China. Entonces, ¿por qué deberíamos estudiar en el extranjero? ¿Merece el esfuerzo económico y vital?

Esto suscitó un debate en internet: ¿vale la pena estudiar en el extranjero?

Absolutamente, sí. La razón para estudiar en el extranjero es ampliar horizontes, pero lo más importante es el deseo de experimentar otros recursos educativos, otros métodos y contenidos. También, para aprender culturas nuevas y hacer una mejor planificación de la carrera con el fin de encontrar más y mejores oportunidades.

Los estudiantes que se aventuran a estudiar en otras universidades extranjeras deben salir de la zona de confort, esforzarse al máximo para rendir en otro idioma y adaptarse a un ambiente y una cultura muy diferentes. Todo ello es beneficioso para cultivar la independencia, para ampliar los saberes, para descubrir las propias capacidades y los retos de adaptación para la convivencia. Además, los estudiantes que estudian en el extranjero obtienen un modelo nuevo de pensamiento académico y la comprensión de las diversidades de las culturas.

Fccinf

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*Wang Chenchen es Licenciada en Filología Inglesa por el Instituto Chengdu de la Universidad de Estudios Internacionales de Sichuan (China) y Máster en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación de la Universidad Complutense de Madrid. Habla ingles, español y mandarín.
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El boom de la literatura china y su escasa repercusión en España

 Wang JunJie   

La literatura china está en pleno crecimiento. En el gigante asiático, los autores narrativos abordan todos los estilos de la novela con gran éxito (contemporánea, histórica, de artes marciales, fantástica, romántica, policiaca, de ciencia ficción, de humor, etc.). Estas novelas se publican en dos formatos: papel convencional y también en el formato de lectura online, con opciones novedosas.

El formato de libro en papel está disponible para un amplio público a un precio muy accesible (el precio medio del libro en China es de 35 yuanes (2016), lo que equivale a 4,6 euros). Este precio barato permite una gran difusión de las obras impresas.

El formato electrónico de los libros se ha desarrollado de manera rápida a lo largo de los últimos años gracias a plataformas de internet que comercializan las obras de los escritores por capítulos. Los lectores pagan por entrega a un precio muy asequible (de unos yuanes). Esta fórmula está disponible en plataformas especializadas que reúnen a miles de escritores. Así, las plataformas Qidian, QQ Reading, Yuedu y Dangdang, entre otras, ofrecen decenas de miles de títulos en lectura online. Los suscriptores pueden pagar por capítulo o tener una suscripción mensual con un bono. Esta fórmula de pago por lectura ha creado un entorno cultural muy dinámico, con miles de escritores y millones de lectores. Por ejemplo, el escritor Tang Jia San Shao publica principalmente sus novelas de artes marciales en las plataformas online.

España y China son dos países separados por una gran distancia cultural y geográfica. Los primeros intercambios entre China y España dataron del siglo XVI, con los primeros misioneros jesuitas y agustinos. En aquel entonces, Fray Juan González de Mendoza escribió una de las obras de divulgación sobre China más importante de la época: Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reyno de la China. Publicada en 1585, tuvo una enorme repercusión y difusión en Europa. Pero a lo largo de los siglos siguientes, las relaciones entre España y China fueron muy escasas. De esta manera, se puede decir que el conocimiento cultural mutuo es muy pobre. Se basa en la difusión de diversos estereotipos.

Desde la tesis fundamental de Edward Said sobre orientalismo sabemos que Occidente percibe Oriente como un reflejo imposible y distorsionado de sus propios fantasmas, temores y sueños, a veces de riqueza y de erotismo. En el caso de la literatura china, esta atracción por el exotismo se encuentra en las llamadas escritoras atractivas: Mian Mian (1970), Wei Hui (1973), Chun Sue (1983), entre otras. Helena Casas Tost y Sara Rovira Esteva, en un ensayo sobre el tema, dicen que estas escritoras “hacen un retrato de una nueva mujer china, han sido recibidas en Occidente con una notable aceptación”. Subrayan que este éxito radica mucho más en sus características sociales de mujeres liberadas que en su valor literario.

Asimismo, los disidentes políticos son apreciados por su valor de contestación. Los premios internacionales actúan como focos potentes en el mundo de la literatura. Permite que unos nombres salgan de la sombra, del inevitable olvido de estos escritores del más lejano país. Fue el caso de Mo Yan (1955), Premio Nobel de Literatura en 2012. Pero estos casos son muy puntuales y no reflejan la diversidad y riqueza de la literatura china contemporánea.

Se puede decir que la imagen del valor literario de Extremo Oriente en España está ocupado en primer lugar por los escritores japoneses, tanto clásicos (Mishima, Soseki, Junichiro), como contemporáneos (Murakami, Ogawa, Higashino). En cambio, los escritores chinos tienen mucho menos presencia en las estanterías de las librerías españolas. Además, a menudo los escritores chinos interesan el público español por razones que no son estrictamente literarias como explica muy bien en su blog el escritor Alberto Olmos (Segovia, 1975), en una entrada sobre Una pizca de maldad, un nuevo libro del escritor Ah Yi: “El problema con las traducciones de libros de China, de Mongolia o de Kenia es que nos interesa más China, Mongolia o Kenia que la literatura. Los editores siempre traducen libros chinos donde se vea mucho China, los lectores siempre se interesan por ellos en la medida en la que los transporten a esos países lejanos y desconocidos; y los críticos siempre tienen guardada la misma frase para todos estos libros: “Una gran metáfora sobre la China contemporánea”.

Ah Yi Una pizca de maldad

En las dos últimas décadas, China ha crecido muy rápidamente en la escena internacional por su poder económico. Pero es un país aún muy desconocido para los españoles. Su nueva posición como potencia mundial hace más visible el vacío de información. Por este motivo, afortunadamente hay personas que se acercan más a las novelas chinas como un medio y un modo para conocer China con un interés estrictamente literario. Esto puede crear un sesgo en la selección de las obras de escritores chinos que se traducen al español: se seleccionan más por su perfil social (ejemplo de las escritoras atractivas) y eso lleva a una disminución de la diversidad y de las oportunidades de un auténtico acercamiento cultural a China. También afecta la dificultad de encontrar traducciones de calidad para las obras chinas.

Es tiempo de descubrir la literatura china y su boom de escritores noveles con la mirada de la creatividad y del valor artístico. Desde hace demasiado tiempo, la visión de la crítica y de los editores está sesgada por el folklore local, la conflictividad social o el atractivo del exotismo en sus diversas formas.

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Referencias citadas:
Alberto Olmos. El brutal escritor chino que hay que leer es un expolicía de provincias. Blog Mala fama, 02-05-2018.
Helena Casas Tost y Sara Rovira Esteva (2008). «Un análisis traductológico e intercultural de la literatura popular china: el caso de las ‘escritoras guapas’ «. TRANS , núm. 12, 2008, pp. 211-230.
Edward Said (2002). Orientalismo. Madrid, Debate.

*Wang JunJie es alumno del MUIP. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Beijing (China) 

 

 

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Un grafiti

Wang Junjie 

Foto de Biobiochile.cl

Sé bien que no debería ser así. Que no debería fijarme en estos detalles. Que es una minucia. Que es un grano de arena en la tormenta de los asuntos internacionales. Pero aquí estoy perplejo, mirando el acta del Presidente de los Estados Unidos sobre el acuerdo nuclear internacional con Irán. Como todos estoy a favor de la paz mundial. Voy a ser sincero. Este tema me sobrepasa. Entonces, lo que veo es la firma de Trump en el documento. El trazo se extiende como un monstruo zigzagueante. Parece un animal, un depredador, agazapado en el borde la página y que se dispone a saltar sobre el texto y a devorarlo. Me figuro que los demás autores y periodistas serios se habrán fijado en las implicaciones internacionales del tema, que si Israel, que si Arabia Saudí, que si los inspectores, que si las ventas de petróleo, que si Macron le avisó de no hacerlo…

Debería hacer reflexiones sabias y de alto vuelo sobre política internacional, el conflicto nuclear, las sanciones económicas, las ventas del petróleo, los líderes mundiales…. Pero yo estoy aquí, petrificado ante la firma de Trump y su estética barroca. Tiene el perfil de un sueño gótico con torres que amenazan a los cielos de su soberbia. No puedo apartar la vista de su arquitectura gráfica. Observo que su trazo es grueso, muy grueso, mucho más de lo que se podría esperar razonablemente de una pluma estilográfica. ¡Caramba! ¿No firma los documentos oficiales con un rotulador? Parece que sí. He oído que Bill Gates firma sus contratos con un simple bolígrafo. A cada uno su estilo. Dicen que la forma de la letra de una persona puede revelar aspectos fundamentales de su carácter. Bueno, ahí no entraré pues no conozco ni pizca de grafología (así se llama el invento).

Dicen que los grafitis que se ven en los muros de los barrios de las ciudades pueden ser considerados como obras de arte (aunque otros lo consideren puro vandalismo). Solo puedo decir que en un portal cerca de mi casa hay un grafiti que se parece a la firma de Trump. Anoche la similitud me llamó la atención y tuve un escalofrío. Dicen que Trump fue (y es) un gran empresario y que sabe hacer negocios. Pero a mí me daría miedo firmar un contrato comercial con una persona cuya firma tiene el grosor de un grafiti mural.

Firma de Donald Trump

 

Wang JunJie es alumno del MUIP. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Beijing (China)
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Diversidad o los problemas en ojo ajeno

Joaquín Mª Aguirre (Profesor del MUIP, UCM)

Días atrás he tenido la ocasión de disfrutar de un ambiente separado del mundo estúpido, casi un Shangrila, en forma de jornadas de investigación con mis doctorandos y algunos otros en lo que hace tres años llamamos «Mujeres de 3 Culturas», una forma de poner sobre la mesa las experiencias interculturales y la forma de mejorarlas, vistas desde la perspectiva de la situación de las mujeres en su entorno, estudiando sus limitaciones y sus aspiraciones, la distancia entre ambas. Las «3 culturas» provienen de la diversidad de mis doctorandos, una enorme riqueza, que puesta en conjunto disfrutamos todos, pues podemos acceder a esas culturas a través de las personas que las viven y conocen bien directamente.

Las sesiones han sido maratonianas, con ponencias, proyecciones y mesas redondas. Es nuestra forma de poner en marcha lo que aprendemos sobre la realidad misma que vivimos. Mientras que los físicos, pongamos por caso, se buscan lo regular que acaba en leyes, nosotros buscamos la diversidad que lleva a la complejidad del mundo, sus transformaciones y resistencia constantes, el diálogo entre distintos que buscan entenderse.

Como no tenemos interés en batir ningún récord de velocidad —algo que obsesiona últimamente al mundo académico— nos damos el tiempo suficiente como para profundizar en los objetos que nos sirven de entrada a las situaciones culturales pasadas y presentes, para tratar de comprender el mundo que nos rodea y, si es posible, ayudar a mejorarlo. Como institución educativa, la misión de la universidad es transformar las mentes a mejor desde el conocimiento que vamos produciendo. Y así tratamos de hacerlo.

Como no podía ser de otra manera, una de las discusiones más intensas se produjo en una de las ponencias sobre los problemas de las niñas chinas que llegaron a España mediante la adopción internacional. Se habló de la crisis de identidad que se produce, de lo difícil que es traspasar la frontera de la adolescencia, ya de por sí una crisis de identidad, sumándole la cuestión de la identidad cultural. La diferencia la llevan en el rostro y deberán enfrentarse a ella a lo largo de su vida. Se habló de cómo algunas lo superan, pero otras viven en un estado de tristeza porque, más allá de sus familias y amigos, pueden encontrarse un clima hostil, fruto de la creciente xenofobia.

Fue aquí cuando se produjeron intervenciones desde las experiencias de personas que habían vivido en su propia vida la distancia agresiva que se les impone en la calle, en la escuela o en cualquier lugar alejado de las personas que las valoran. Pero el mundo exterior —al de familia y amigos— está lleno de personas que se consideran con derecho a juzgar a los demás por sus rasgos, vestimentas o por cualquier otro hecho diferencial.

El diario El País publicó una noticia el pasado 17 de mayo con el siguiente titular: «Un abogado entra en cólera cuando escucha hablar español a unos dependientes en Nueva York» y explica en el encabezamiento». Aaron Schlossberg, un abogado estadounidense, insulta a los clientes y camareros de un restaurante en Manhattan». Lo ha dicho en una ciudad en la que, según señala el diario, una cuarta parte habla en español. Los hechos han producido (como ha sucedido en grandes sectores en Estados Unidos) irritación y recogida de firmas pidiendo su inhabilitación como abogado.

La cuestión: somos más sensibles al racismo exterior que al interior, vemos antes la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio, según señala el refrán. Las experiencias que los presentes en la sesión de ayer sacaron a la luz son similares a las de los camareros hispanos amenazados por el cliente con dar los datos a los servicios de inmigración.
Tenemos que dejar de percibir estas cuestiones como ajenas cuando las estamos viviendo en nuestro propio país.

El mundo está viviendo una oleada de populismo, cuyas raíces son el racismo y la xenofobia. La búsqueda constante de diferencias que justifiquen la excepción de los «pueblos» y «naciones», conceptos surgidos al hilo del derrumbamiento del Antiguo Régimen, cuando «pueblo», el populacho, tenía un sentido de propiedad de unos señores. Las guerras de religión o de intereses nobiliarios se sustituyen por las territoriales, por las fronteras, como ocurre en la Europa del siglo XIX.


Hoy por medio mundo hay abogados como el de Nueva York marcando límites y derechos según el color, la lengua o la religión. Él ha decidido —desde su ignorancia prepotente— qué es «América» y cómo se debe hablar «allí». Él es el poderoso, el que tiene acceso a la ley y a los influyentes como para pisotear primero y expulsar después. Él manda. ¡Qué pronto ha olvidado el abogado Aaron Schlossberg su pasado!

Los países están sacudidos por los discursos de políticos populistas sin escrúpulos que adulan a sus votantes diciéndoles lo especiales que son en el Historia, cómo otros países les parasitan robándoles lo que ellos tienen, puestos de trabajo, la sanidad, la educación, etc. El mundo les envidia y vienen a quedarse con todo lo que puedan. Ese es el mensaje que escuchamos desde el abogado de Nueva York al reciente mal jurado presidente de la Generalidad, cuyos vergonzosos escritos supremacistas salen a la luz estos días.
Nuestro debate nos llevó a tres ámbitos muy concretos pero esenciales. El primero ya lo hemos señalado: el crecimiento de la narrativa xenófoba dentro de los discursos políticos (el Brexit ha sido un ejemplo, pero todos los discursos populistas incorporan este tipo de planteamiento en Europa). Hay que denunciar estas formas en los políticos y no dejarse arrastrar por ella. Las frustraciones de las crisis económicas traen la tentación xenófoba y racista.

Pero hay otros dos elementos de enorme importancia. Me refiero al sistema educativo y a los medios de comunicación. El sistema educativo es esencial para la corrección de este problema para lo que se exige una actitud firme y decidida, vigilante y preventiva, por parte de toda la comunidad educativa, de la Primaria a la Universidad. El racismo y la xenofobia tienen su aprendizaje, su proceso de formación. Una escuela con niños de decenas de países pueden ser modelo de buenas o malas costumbres; allí se puede aprender a dialogar y compartir o a odiar y despreciar.

 

El alcance e importancia del problema hace que no haya que esperar a que se produzcan incidentes para intentar calmarlos. Es necesario tomar una postura activa de enseñanza de la convivencia y del respeto. Sin eso, nuestras sociedades generarán mucho dolor e ira, que se volverá sin defensas frente a los demagogos que usan la xenofobia en sus programas. El ejemplo claro fuera de Europa es Donald Trump, uno de cuyos votantes (y donante) es el abogado que se siente insultado cuando escucha hablar en español. Pero Europa tiene gobiernos que fomentan la xenofobia y el racismo como políticas o como actitudes que son llevadas a la práctica por los ciudadanos como el abogado.

Finalmente, con una enorme responsabilidad, están los medios de comunicación. Al igual que hay una sensibilidad activa frente al sexismo, se debería empezar a crear una conciencia de que mucha de la información que se transmite tiene un sesgo xenófobo. Hay que empezar a distinguir a los gobiernos de los pueblos, dejar de usar el lenguaje falaz que hace que lo que uno sea se le aplique a todos.

La búsqueda de titulares impactantes, las explicaciones que usan metáforas negativas («cómo te roban el empleo», etc.) se convierten en alimento de la xenofobia. Debería abordarse este problema desde los propios medios, quizá creando un «observatorio» que analizara y realizara informes sobre los errores mediáticos que contribuyen al aumento de la xenofobia. Por supuesto, no podemos ser ingenuos: habrá medios que vivan de ese sentimiento vendiendo más. Allá cada uno con los límites de su conciencia y con los límites de las leyes.

Es importante que se reconozca que existe el problema porque solo así es posible intentar solucionarlo o reducirlo. Cada uno lo hace a su manera y desde su puesto. A nosotros nos concierne investigar y comunicar a la sociedad lo que encontramos problemático.
Las investigaciones sobre la comunicación intercultural, los estereotipos y su reproducción mediática, las manifestaciones sociales de xenofobia, etc. son necesarias. Y es importante escuchar a aquellos que lo padecen porque tendemos a atenuar nuestros defectos y pensar que son hechos aislados, que no somos así. Pero cuando escuchas las experiencias de muchas personas que las viven de forma cotidiana, debes reaccionar.

Hay muchos como el abogado Schlossberg por nuestro país. Son personas que te preguntan «¿qué haces aquí?», «¿a qué has venido?»,»¿, por qué no aprendes correctamente mi idioma?», «¿háblame en cristiano?», etc. Se sienten poseídos por algún tipo de dios local que les mueven a proteger la patria de los invasores, la lengua de sus corruptores, etc. Hay que empezar a decirles que vivimos en un mundo distinto. Hay que vencer esos discursos no mirando hacia otro lado. De no hacerlo, nuestro mundo perderá mucho, quedará empobrecido por la reducción del aislamiento y contaminado por el odio constante.

El diario El País denuncia un caso de racismo en Nueva York. Me parece muy bien, pero debería empezar a reservar páginas para los casos que tenemos aquí y que no vemos porque no miramos. Debería preguntar a las personas que padecen la xenofobia o preguntarse si cumple siempre con sus premisas. Los problemas de lejos están lejos. Como personas, como sociedad, como instituciones tenemos que hacer examen de conciencia y enfrentarnos a nuestros propios errores.

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Mayo del 68: historia de un artículo periodístico con historia

María Jesús Casals. Profesora del MUIP

Pierre Viansson-Ponté (1920-1979) fue un periodista e intelectual francés. Fundó en 1953, con Jean-Jacques Servan-Schreiber y Francoise Giroud, L’Express, y fue redactor jefe desde su primer número hasta 1958. Después fue consejero y editorialista en Le Monde. Viansson-Ponté fue en su tiempo uno de los grandes periodistas políticos en Francia, país de grandes escritores, poetas, filósofos, intelectuales y profesionales de la información y de la opinión. Su estilo era sosegado pero directo. Él mismo dijo de sus escritos que eran «parciales, a menudo injustos, a veces apasionados, pero siempre sinceros y de buena fe».

Este artículo firmado por Pierre Viansson-Ponté, «Quand la France s’ennuie» (Cuando Francia se aburre) tiene una historia interesante. Publicado en Le Monde en marzo de 1968 se lo considera como el precursor del Mayo del 68 francés, un movimiento caracterizado por una sucesión de huelgas y multitudinarias protestas espontáneas que se originaron en París por los movimientos estudiantiles y que luego se extendió a los sindicatos obreros y partidos de izquierda, lo que generó una protesta imprevista que cogió por sorpresa al gobierno francés. El Mayo del 68 se extendió por la República Federal Alemana, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Checoslovaquia e Italia, etc.

Por cumplirse este año el 50 aniversario de aquel Mayo del 68 (comenzó el día 3) he buscado en la red el artículo de Pierre Viansson-Ponté y lo he traducido. Se trata de un artículo ensayístico, sencillo, muy analítico y, podríamos decir, sosegado, no parece provocador. Su estructura es deductiva (parte de la premisa que protagoniza todo el escrito, el aburrimiento de una sociedad francesa) y expositivo-valorativo porque ve un problema y lo razona en cada párrafo: la situación adormilada o anestesiada de la sociedad francesa, lo que para el autor supone un peligro de muerte social. Es de juicio implícito, no concluye claramente. Deja al lector esa conclusión después del análisis crítico que realiza. Podría decirse que su crítica es amarga pero evita un discurso emotivo. Por eso su estilo es claro, natural, analítico, prudente pero admonitorio. Su estrategia discursiva es el análisis razonado y sencillo para advertir de que el tedio que describe era un riesgo para el país por consumación.

Cuando Pierre Viansson-Ponté escribió su artículo de ningún modo imaginó su repercusión. Pero supo ver los síntomas de una convulsión social que estaba a punto de estallar.

Cuando Francia se aburre…

Pierre Viansson-Ponté, Le Monde, 15 de marzo de 1968

Lo que actualmente caracteriza nuestra vida pública es el aburrimiento. Los franceses están aburridos. No participan en las grandes o mayores convulsiones que sacuden al mundo. La Guerra de Vietnam los emociona, sin duda, pero en realidad no los afecta. Invitados a recaudar «mil millones para Vietnam», 20 francos por cabeza, 33 francos por adulto, están, después de más de un año de cobros, alejados de las cuentas. Además, con la excepción de algunos comprometidos de un lado o del otro, todos, desde el primero hasta el último, ven esta guerra con los mismos ojos, o casi. El conflicto en el Medio Oriente causó una fiebre leve a principios del verano pasado: el paseo heroico provocó reacciones viscerales, sentimientos y opiniones; en seis días el acceso había terminado.

Las guerrillas de América Latina y la efervescencia cubana han estado de moda por un tiempo; son poco más que un tema de trabajo práctico para los sociólogos de la izquierda y el objeto de los movimientos para los intelectuales. Quinientos mil muertos tal vez en Indonesia, cincuenta mil muertos en Biafra, un golpe en Grecia, las expulsiones de Kenia, el apartheid en Sudáfrica, las tensiones en India: no es más que la moneda diaria información. La crisis de los partidos comunistas y la revolución cultural china parecen equilibrar el malestar negro en los Estados Unidos y las dificultades inglesas.

En cualquier caso, es asunto suyo, no nuestro. Nada de esto nos llega directamente: además, la televisión nos repite al menos tres veces cada noche que Francia está en paz por primera vez en casi treinta años y que no está implicada ni le conciernen estos problemas en ninguna parte del mundo.

Los jóvenes se aburren. Los estudiantes se manifiestan y luchan en España, en Japón, en América, en Egipto, en Alemania, e incluso en Polonia. Tienen la impresión de que hay conquistas que deben emprenderse, protestas que deben escucharse, o al menos un sentimiento del absurdo para oponer a la absurdidad. Los estudiantes franceses se preocupan por saber si las chicas de Nanterre (1) y de Antony (2) podrán acceder libremente a las habitaciones de los chicos, una concepción muy limitada de los derechos humanos.

Los trabajadores jóvenes buscan trabajo y no lo encuentran. Los enfrentamientos, sermones y denuncias de los políticos de todos los estratos les parecen a estos jóvenes, en el mejor de los casos, bastante cómicos, en el peor, completamente inútiles, casi siempre incomprensibles. Afortunadamente, la televisión está ahí para desviar la atención de los problemas reales: el estado de la cuenta bancaria de Killy, la congestión de las autopistas, las apuestas en las carreras de caballos, que siguen teniendo prioridad el domingo por la noche en todas las antenas de Francia.

El general de Gaulle está aburrido. Había jurado no inaugurar los crisantemos y continúa yendo, oficial y bondadoso, del Salón de Agricultura al Foire de Lyon. ¿Qué más hacer? A veces intenta, sin gran éxito, dramatizar la vida cotidiana al exagerar los peligros externos y los peligros internos. En voz baja, suspira con desaliento contra «la cobardía» de sus compatriotas, quienes, sin embargo, confiaron en él de una vez por todas. Además, la televisión no pierde la oportunidad de recordar que el gobierno es estable por primera vez en un siglo.

Solo unos pocos cientos de miles de franceses no se aburren: desempleados, jóvenes en paro, pequeños agricultores aplastados por el progreso, víctimas de la necesaria concentración y competencia cada vez más duras, ancianos abandonados por todos. Están tan absortos en sus preocupaciones que no tienen tiempo para aburrirse, ni tienen el corazón para manifestarse y agitarse. Y aburren a todos. La televisión, que está hecha para distraer, no habla lo suficiente sobre ellos. Así que reina la calma.

La respuesta, por supuesto, es fácil: es quizás lo que se llama, para un pueblo, la felicidad. ¿Deberíamos lamentar guerras, crisis, huelgas? Solo aquellos que sueñan solo con heridas y golpes, trastornos y desórdenes, se quejan de la paz, de la estabilidad, de la calma social.

El argumento es poderoso. En las peores tragedias en Indochina y Argelia, en la época de temblorosos gobiernos que desfilaban como imágenes de un caleidoscopio, en aquel tiempo en que la clase obrera tuvo que arrancar concesiones con amenazas y por la fuerza, no había motivo para estar particularmente orgulloso de Francia. ¿Pero realmente no hay otra opción que elegir entre la apatía y la incoherencia, entre la inmovilidad y la tormenta? Y de todos modos, los buenos sentimientos no disipan el aburrimiento, sino que contribuyen a su aumento.

Este estado de melancolía debería servir normalmente a la oposición. Los franceses a menudo han demostrado que aman el cambio por el cambio, cueste lo que cueste. ¿Sería más alegre la izquierda que el régimen actual? Durante los próximos años, la tentación probablemente será cada vez mayor para intentarlo, aunque solo sea «para ver», como en el póker. En agitaciones anteriores podemos encontrar la misma atmósfera pesada, esterilizante también.

No construimos nada sin entusiasmo. El verdadero objetivo de la política no es administrar el bien común de la mejor manera posible, hacer algún progreso, o al menos no evitarlo, expresarlo en la ley y decretar la inevitable evolución. Al más alto nivel, el verdadero objetivo de la política es conducir a un pueblo, abrir horizontes, provocar impulsos, incluso si para ello debemos provocar algunas reacciones imprudentes.

En una pequeña Francia casi reducida al Hexágono (3), que realmente no es infeliz ni muy próspera, que está en paz con todos, sin tener demasiado en cuenta los acontecimientos mundiales, el ardor y la imaginación son tan necesarios como el bienestar y la expansión. Realmente no es fácil. Este imperativo se aplica tanto a la oposición como al poder. Si no se satisface, la anestesia puede causar la consumación. Y finalmente, ya se ha visto, un país también puede acabar pereciendo de aburrimiento.

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(1): Campus de la Université de Nanterre (en las afueras de París)

(2): Campus de la Université d’Antony (en las afueras de París)

(3): El Hexágono designa metafóricamente la parte continental de la Francia metropolitana, recordando que su forma geográfica es parte de un hexágono casi regular (3 lados terrestres y 3 lados marítimos). Por extensión, se usa con frecuencia para designar al país entero.

Quand la France s’ennuie…

Pierre Viansson-Ponté, Le Monde, 15 mars 1968

Ce qui caractérise actuellement notre vie publique, c’est l’ennui. Les Français s’ennuient. Ils ne participent ni de près ni de loin aux grandes convulsions qui secouent le monde, la guerre du Vietnam les émeut, certes, mais elle ne les touche pas vraiment. Invités à réunir «un milliard pour le Vietnam», 20 francs par tête, 33 francs par adulte, ils sont, après plus d’un an de collectes, bien loin du compte. D’ailleurs, à l’exception de quelques engagés d’un côté ou de l’autre, tous, du premier d’entre eux au dernier, voient cette guerre avec les mêmes yeux, ou à peu près. Le conflit du Moyen-Orient a provoqué une petite fièvre au début de l’été dernier : la chevauchée héroïque remuait des réactions viscérales, des sentiments et des opinions; en six jours, l’accès était terminé.
Les guérillas d’Amérique latine et l’effervescence cubaine ont été, un temps, à la mode; elles ne sont plus guère qu’un sujet de travaux pratiques pour sociologues de gauche et l’objet de motions pour intellectuels. Cinq cent mille morts peut-être en Indonésie, cinquante mille tués au Biafra, un coup d’Etat en Grèce, les expulsions du Kenya, l’apartheid sud-africain, les tensions en Inde : ce n’est guère que la monnaie quotidienne de l’information. La crise des partis communistes et la révolution culturelle chinoise semblent équilibrer le malaise noir aux Etats-Unis et les difficultés anglaises.
De toute façon, ce sont leurs affaires, pas les nôtres. Rien de tout cela ne nous atteint directement : d’ailleurs la télévision nous répète au moins trois fois chaque soir que la France est en paix pour la première fois depuis bientôt trente ans et qu’elle n’est ni impliquée ni concernée nulle part dans le monde.
La jeunesse s’ennuie. Les étudiants manifestent, bougent, se battent en Espagne, en Italie, en Belgique, en Algérie, au Japon, en Amérique, en Egypte, en Allemagne, en Pologne même. Ils ont l’impression qu’ils ont des conquêtes à entreprendre, une protestation à faire entendre, au moins un sentiment de l’absurde à opposer à l’absurdité, les étudiants français se préoccupent de savoir si les filles de Nanterre et d’Antony pourront accéder librement aux chambres des garçons, conception malgré tout limitée des droits de l’homme.
Quant aux jeunes ouvriers, ils cherchent du travail et n’en trouvent pas. Les empoignades, les homélies et les apostrophes des hommes politiques de tout bord paraissent à tous ces jeunes, au mieux plutôt comiques, au pire tout à fait inutiles, presque toujours incompréhensibles. Heureusement, la télévision est là pour détourner l’attention vers les vrais problèmes : l’état du compte en banque de Killy, l’encombrement des autoroutes, le tiercé, qui continue d’avoir le dimanche soir priorité sur toutes les antennes de France.
Le général de Gaulle s’ennuie. Il s’était bien juré de ne plus inaugurer les chrysanthèmes et il continue d’aller, officiel et bonhomme, du Salon de l’agriculture à la Foire de Lyon. Que faire d’autre ? Il s’efforce parfois, sans grand succès, dedramatiser la vie quotidienne en s’exagérant à haute voix les dangers extérieurs et les périls intérieurs. A voix basse, il soupire de découragement devant » la vachardise » de ses compatriotes, qui, pourtant, s’en sont remis à lui une fois pour toutes. Ce qui fait d’ailleurs que la télévision ne manque pas une occasion de rappeler que le gouvernement est stable pour la première fois depuis un siècle.
Seuls quelques centaines de milliers de Français ne s’ennuient pas : chômeurs, jeunes sans emploi, petits paysans écrasés par le progrès, victimes de la nécessaire concentration et de la concurrence de plus en plus rude, vieillards plus ou moins abandonnés de tous. Ceux-là sont si absorbés par leurs soucis qu’ils n’ont pas le temps de s’ennuyer, ni d’ailleurs le cœur à manifester et à s’agiter. Et ils ennuient tout le monde. La télévision, qui est faite pour distraire, ne parle pas assez d’eux. Aussi le calme règne-t-il.
La réplique, bien sûr, est facile : c’est peut-être cela qu’on appelle, pour un peuple, le bonheur. Devrait-on regretter les guerres, les crises, les grèves ? Seuls ceux qui ne rêvent que plaies et bosses, bouleversements et désordres, se plaignent de la paix, de la stabilité, du calme social.
L’argument est fort. Aux pires moments des drames d’Indochine et d’Algérie, à l’époque des gouvernements à secousses qui défilaient comme les images du kaléidoscope, au temps où la classe ouvrière devait arracher la moindre concession par la menace et la force, il n’y avait pas lieu d’être particulièrement fier de la France. Mais n’y a-t-il vraiment pas d’autre choix qu’entre l’apathie et l’incohérence, entre l’immobilité et la tempête ? Et puis, de toute façon, les bons sentiments ne dissipent pas l’ennui, ils contribueraient plutôt à l’accroître.
Cet état de mélancolie devrait normalement servir l’opposition. Les Français ont souvent montré qu’ils aimaient le changement pour le changement, quoi qu’il puisse leur en coûter. Un pouvoir de gauche serait-il plus gai que l’actuel régime ? La tentation sera sans doute de plus en plus grande, au fil des années, d’essayer, simplement pour voir, comme au poker. L’agitation passée, on risque de retrouver la même atmosphère pesante, stérilisante aussi.
On ne construit rien sans enthousiasme. Le vrai but de la politique n’est pas d’administrer le moins mal possible le bien commun, de réaliser quelques progrès ou au moins de ne pas les empêcher, d’exprimer en lois et décrets l’évolution inévitable. Au niveau le plus élevé, il est de conduire un peuple, de lui ouvrir des horizons, de susciter des élans, même s’il doit y avoir un peu de bousculade, des réactions imprudentes.
Dans une petite France presque réduite à l’Hexagone, qui n’est pas vraiment malheureuse ni vraiment prospère, en paix avec tout le monde, sans grande prise sur les événements mondiaux, l’ardeur et l’imagination sont aussi nécessaires que le bien-être et l’expansion. Ce n’est certes pas facile. L’impératif vaut d’ailleurs pour l’opposition autant que pour le pouvoir. S’il n’est pas satisfait, l’anesthésie risque de provoquer la consomption. Et à la limite, cela s’est vu, un pays peut aussi périr d’ennui.

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Pedro Sorela, la vida vivida, la vida conquistada

«Y  yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando»

Juan Ramón Jiménez: «El viaje definitivo», poema.

 

Pedro Sorela Cajiao

Pedro Sorela Cajiao, periodista, escritor y profesor, nos ha dejado el 17 de abril de este año 2018. Justo en este mes de primavera, del febril canto de los pájaros que nos despierta cada mañana con el anuncio de que la vida sigue, y sigue, por fortuna, y nos levantamos agradecidos por sacudirnos del sueño.

Foto de Pedro Sorela: su calle de Madrid

A Pedro le gustaban los pájaros. Eligió vivir en una zona de Madrid recoleta, de antiguos chalets, algunos remozados, otros, no, pero todos con sus árboles y plantas cuidadas en ese Madrid que no parece Madrid y en el que se refugian esos pájaros que lo descubren y allí anidan por un tiempo. El nombre de su calle, «Risco del pájaro», poético donde los haya, le producía a Pedro una especie de identificación en absoluta armonía con cada palabra. Risco: ese peñasco alto y escarpado donde él siempre quiso vivir. Pájaro: volar, no ser de ningún sitio, de nadie, libre y viajero, sin pretensión de especie. Ni águila, ni gorrión. Pájaro, simplemente.

Hemos sido compañeros durante 35 años. Comenzamos en el departamento de nuestra facultad siendo los más jóvenes y ahora éramos los senior. Me lo recordaba a veces con la simpatía de los viejos camaradas que han pasado por muchas experiencias a pesar de la aparente rutina de nuestro trabajo docente. Ambos hemos sido conscientes de nuestra forma de ser y de nuestro tiempo en la querida Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Por eso necesito dejar testimonio de ello tras su pérdida.

Pedro Sorela era por elección y vocación escritor y profesor. La lectura era su pareja inseparable, a la que le fue fiel y exigía la misma fidelidad en quienes le acompañaron en esta vida. Es curioso recordar que todas las conversaciones que con él tuve giraron en torno a escritores que ambos admirábamos, sobre todo los franceses. De ahí surgían otras digresiones sobre la vida, la enseñanza, los jóvenes, los viajes. Pocas veces sobre política y políticos, no porque no nos interesara, pero lo evitábamos y no sé bien por qué. Pudiera ser por la indignación que nos causaba la corrupción, el arribismo, la grosería. Indignación que le parecía ya un lugar común, un tópico asqueante, para qué repetirlo. Pedro tenía un carácter en cierto modo arrebatado pero lo dominaba, solo su rostro encendido, de un tono rojizo muy diferente al habitual, delataba sus indignaciones. Que no eran pocas.

A Pedro le indignaba sobre todo la desfachatez por la ignorancia, la tosquedad, la mediocridad, la burocracia que detiene al que trabaja y encumbra al arribista, la sordera de quienes podrían cambiar los defectos de nuestra universidad, la ceguera de quienes solo veían el brillo de esas nuevas tecnologías y mataban lo esencial: la palabra, el buen discurso, la escritura. Hace ya muchos años, Pedro desconfiaba de internet, de las redes sociales, de toda esa comunicación virtual y siempre alertó de sus peligros. Pero, como buen pájaro curioso y sobreviviente, se adaptó y utilizó los posibles beneficios que pudieran aportar. Creo que fue una doctoranda suya, ya doctora desde hace tiempo, quien le aconsejó que debería tener un blog, abrir su facebook, su twitter, y volar por ese mundo desconocido tan inexistente como real. Y lo hizo. «Lo voy a intentar -me dijo- pero no sé si esto es lo que yo quiero». Concienzudo como era, creó y cuidó su blog como un nido acogedor de sus palabras y dibujos.

Un día de hace años, no recuerdo cuántos, me comentó que estaba comenzando a pintar, a aprender a dibujar, porque todo estaba unido. La palabra dibuja, el dibujo habla. El arte alimenta todo. Y llevaba estas ideas a sus clases. Dibujad palabras, entrevistad a un cuadro del Museo del Prado, a una escultura, quiero un texto de danza donde las palabras bailen, escribid lo que pondríais en un muro, ahora un poema de una sola frase, mañana un texto en un rollo de papel higiénico, escribid  limpio, original, sincero, elegante, brillante… no os conforméis, más quiero más, mejor, leed, leed, mirad, tenéis que aprender a mirar, la mirada poética es un don, la mirada limpia es escritura:

«Y sin que nadie nos diga que es algo muy delicado que hay que preservar y alimentar sin pausa con dibujos, canciones, poemas y viajes y conservando la virginidad de la mirada, aunque ya haya mirado mucho, y sacándole punta a los ojos todos los días. No sé si me explico. Ese, siendo lo más importante, es quizá el secreto mejor guardado. Quizá precisamente porque es lo más importante».

Así entendía Pedro la esencial enseñanza de la escritura. Hubo alumnos que no le comprendieron. Otros, sí. Por eso bromeábamos con él y le decíamos que provocaba una bipolaridad en sus clases. El rechazo o la entrega absoluta. No había término medio. Él lo sabía, nunca se excusó por ello. Hay que provocar y despertar a los mejores, decía. Y, en clase, él mismo hacía su función porque los profesores tenemos algo de actores: a veces risueño, otras colérico, nunca tedioso.

Pedro Sorela tenía un carácter reservado, a pesar de todo. Más bien tímido y comedido a la hora de expresar sentimientos y cuestiones de su privadísima vida. Nunca quiso profesar esa falsa humildad que algunos exigen como imposición de conducta, lo que le agradeceré siempre. Aun con sus silencios prudentes, fue claro y coherente. Hace unos diez años, más o menos, disfrutó de su año sabático. Durante ese tiempo viajó a esos lugares lejanos de Asia a los que tantos anhelamos ir y además buscó una experiencia docente nueva: durante un trimestre, creo, dio clases en una universidad de Taiwan. Cuando regresó no era el mismo Pedro tan crítico con nuestro sistema universitario. Me advirtió de que en China la exigencia para alumnos y profesores era impresionante. Me relató experiencias de su viaje. Volvió agradecido. Regresó con el espíritu lleno de admiración por otras culturas.

Pedro Sorela tuvo la suerte -la tuvimos los de nuestra quinta- de poder ser profesor titular de periodismo en una época en la que no existía la acreditación de las anecas. El sistema de ahora, repleto de burocracia y que obliga a coleccionar puntos como cromos, no lo hubiera aceptado nunca. Porque era profesor, y era escritor, y concebía en nuestro ámbito ambas facetas como una sola e igualmente exigentes y comprometidas. No obtuvo sexenios de investigación. Me dijo que una vez había solicitado un sexenio de investigación y que la respuesta denegatoria fue tan vergonzosa contra la verdad y la realidad y la universidad como concepto que se abstenía de volver a solicitarlo. Que no quería participar en ese indecoroso juego de los que encorsetaban la docencia universitaria en la mediocridad más mezquina y dañina. Se alejó de los burócratas, pero no por ello dejó de ser el buen profesor que siempre quiso ni dejó de escribir, ni de leer, ni, por tanto, de investigar. Arremetía contra esas supuestas investigaciones que solo cubrían apariencias para poder tener un puesto seguro en la docencia. Y lo tenía muy claro y así lo decía a quien quisiera oírle.

No, a Pedro Sorela, que dirigió varias tesis doctorales, algunas memorables, que escribió magníficos ensayos sobre periodismo con sus reflexiones y experiencias (La entrevista como seducción. Momentos con escritores, publicado por EL País en edición digital), no le concedieron ni un solo sexenio de investigación, lo que significa que los jueces burócratas y administradores del saber decidieron que no investigaba, que no hacía ciencia. Tamaña estupidez e injusticia es la que está llevando al periodismo a convertirse en una pseudociencia inútil en la universidad. Pero él siguió, incluso más convencido de su razón. «Como decía Borges -escribió-, las “universidades crédulas” no hablan de literatura sino de historia de la literatura. A Faulkner, a su vez, no le extrañaba nada lo que pudiesen hacer los académicos». Y en otro lugar denunció con valentía y sentido más que común lo que algunos pensamos:

«A mí me parece en particular significativo, por inesperado y hasta inimaginable no hace tanto, lo que sucede en la universidad, en las antiguas facultades de «Humanidades·» o «Ciencias Sociales», en donde el viejo pensamiento humanista, basado en la palabra, la disertación, la Historia y el recuerdo de los clásicos -basado en buena parte en la creación en un muy amplio sentido: el ensayo- tiene que luchar con mayor fuerza cada día para defender, ya no privilegios, sino el simple derecho a la existencia frente a una oleada cada vez más imparable de estadísticos y sociólogos armados de curvas y esquemas. Argumentan con fuerza que sus sumas y restas son útiles porque son lo que demanda la industria. Y ya ni siquiera es necesario informar de que la industria es la que ha comenzado a mandar en la universidad. Todo está relacionado.

Aún así, la orfandad permanece.

¿Dónde se ha refugiado el derecho a imaginar, a imaginar porque sí? Y sobre todo: ¿Puede desaparecer la universidad o irse a la irrelevancia? En cuyo caso, ¿qué ocurrirá?»

No sabemos, Pedro, lo que ocurrirá, o preferimos no saberlo. Pero tú nos has dejado tu inquietud intelectual y creadora, tu consideración justa de la docencia y de la investigación, tu intransigencia con la mediocridad y la estolidez. Nos has dejado obras como Dibujando la tormenta (Alianza, 2006), sorprendente por rica y original, en la que has querido dialogar con los lectores sobre algunos de tus admirados autores: Faulkner, Borges, Stendhal, Shakespeare, Saint-Exupéry. Nos has dejado libros de experiencias viajeras (Lo que miran los vagos, 2015). Nos has dejado enriquecedoras reflexiones en tu blog tan cuidado, tan sugestivo. Nos has dejado literatura con tus novelas y cuentos. Nos has dejado reflexión con tus rezongantes críticas. Nos has dejado respeto y pasión por las diferentes culturas que existen en el mundo, por el conocimiento de idiomas, por la curiosidad hacia los otros. Nos has dejado tu elegancia de espíritu, tu convicción de que no hay fronteras, y si existen hay que derribarlas, y de que las culturas deben convivir en una continua comunicación nutricia. Poco espacio es este para agradecerte tu trabajo, tu conocimiento, tu compañía, tus gruñidos a veces y muchas otras tu risa. No eras persona de sonrisa pintada en el rostro. Pero cuando lo hacías, cuando reías, tu cara se ensanchaba acogedora, se encendía una luz en la sombría seriedad habitual. Inolvidable.

Pedro Sorela se ha ido. Es difícil asimilarlo y lo siento como el aviso de un cambio. Un cambio de tiempo, de modos, de realidades. Pedro no era una persona de multitudes. Con los años fue mostrando algo más sus sentimientos y así pude saber su inmenso amor por su hija Inés y, hace poco, su alegría por ser abuelo de su preciosa nieta. Me lo dijo feliz. Y con el tiempo también llegué a comprender que él se consideraba difícil para compartir con alguien la vida, a pesar de que lo deseaba. Conocía su soledad y con ella convivía a diario pero la dejaba en casa para encontrarse con sus amigos, sus compañeros, sus alumnos y alumnas, sus libros. Lo escribió así en uno de sus últimos escritos de su blog («El fin de la soledad»):

«Un día, encontrándome de nuevo tirado en el sofá con un libro, yo debía de tener diecisiete años o así, mi madre me dijo pensativa: «Qué suerte tienes. Te gusta leer. Nunca vas a estar solo». Y así ha sido».

Pedro sabía que estaba enfermo. No lo dijo. Los médicos le auguraron dos años más, que él aceptó como el último regalo. Desconozco sus planes para ese corto tiempo. Pero solo fueron apenas cuatro meses. Y acudió a sus clases hasta la última semana.

Un último abrazo, admirado Pedro, querido compañero, escritor, profesor, periodista, viajero, ciudadano de ninguna parte y de todas, libre vividor de su propia vida elegida y conquistada. Y mil gracias eternas. Los pájaros se quedan esta primavera abrileña en tu pequeño jardín. Cantando. Cantando, con ese brioso piar de la existencia efímera.

María Jesús Casals Carro

Profesora de Periodismo

 

 

 

 

 

 

 

 

 


EL VIAJE DEFINITIVO

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostálgico…
Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

Juan Ramón Jiménez

 

 

 

 

 

 

 

 

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Libertad, prejucicios y estreotipos

Por Li Xuewen

 

Jean-Jacques Rousseau

«El hombre ha nacido libre, y en todas partes se halla entre cadenas», dijo Rousseau en su libro El Contrato Social (Ed. Aguilar, 1962). Por un lado, él afirma que la libertad es un don natural, un derecho del ser humano y propio de la naturaleza humana; por otro lado, señala que las personas en realidad vivimos en un estado de falta de libertad y sufrimos varias esclavitudes. La humanidad vive en conflicto entre el principio y el hecho. La razón es porque no sabemos conducirnos. Para ser libre, uno debe distinguir y luchar contra los grilletes y las desigualdades que nos rodean.

En mi opinión, la afirmación de Rousseau sigue siendo actual en nuestras sociedades y es muy aplicable a los medios de comunicación. Podemos ver el ejemplo de un reportaje de EL País. En este reportaje priman los estereotipos y prejuicios sobre los estudiantes chinos. En él se dice que los alumnos chinos de nuestro máster no sabemos la diferencia entre ‘tú’ y ‘usted’, algo muy falso. También asegura la autora de este mal reportaje, y ayudada por las palabras de un compañero español, de que el nivel del máster es muy inferior de lo que le correspondería. Y esto es porque, según su pobre razonamiento deductivo, parte de la premisa de que los alumnos chinos no cumplen con los requisitos académicos de la universidad. Y está my equivocada. Tal vez el nivel de español de los estudiantes chinos no sea tan bueno como el de los alumnos españoles, pero la mayoría de los chinos alcanzamos el nivel para cursar estos estudios y trabajamos con afán día tras día para mejorar nuestros conocimientos del español y del periodismo.

¿Por qué no pueden ser comprensivos algunos de nuestros compañeros españoles y la autora del reportaje y respetarnos? Todos somos seres humanos, y el entendimiento siempre es mejor que el odio y el rechazo. No podemos limitarnos a esa torcida visión ofrecida por este reportaje de El País, sino que debemos comunicarnos entre nosotros, españoles, chinos, americanos, griegos… ese cosmos que es el máster. Solo de este modo venceremos los prejuicios y podremos obtener un paso más hacia esa libertad de la que hablaba Rousseau.

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Li Xuewen es alumno del MUIP, curso 2017-18. Graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Tianjin (R.P. China). Ex-alumno de la Universidad Rovira y Virgili. (Tarragona)
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El periodismo golfo (que no gonzo) de El País

El periodismo gonzo es un estilo de concebir y hacer un reportaje con una narrativa personal y con la muy visible presencia del periodista que se inmiscuye como un personaje más en la historia que narra. Este término, «gonzo», lo aplicó por primera vez el periodista Bill Cardoso, del diario Boston Globe. Y el máximo exponente de «gonzo», este concepto hijo de la moda del «nuevo periodismo» norteamericano, es el célebre periodista y escritor estadounidense Hunter S. Thompson (1937-2005).

Sabemos que con el pretexto de lo gonzo ha habido y hay periodistas que son capaces de lo que sea para intentar lograr fama y éxito, es decir, son capaces de las mayores inmoralidades prevaliéndose de tener voz o pluma en un medio. Y aquí entra nuestra historia, la de un reportaje publicado por el diario El País y que firma la periodista Mai Montero el 28 de marzo de 2018. El título: «El máster de la Complutense en el que la mayoría de los estudiantes son chinos».

El Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación, título oficial de posgrado de la Universidad Complutense de Madrid, que se inició en el curso 2010-11, es el referido en el pseudo-reportaje amarillo y sensacionalista de El País. Alumnos y profesores nos sentimos concernidos por el daño que se nos ha hecho y de la forma más estúpida: la posible xenofobia de unos pocos estudiantes españoles y la ambición de periodismo gonzo, tal vez por salir de su propia mediocridad, de una joven periodista inexperta, utilizada, sin duda, aunque con su aquiescencia. El País, por su parte, después de tener el reportaje en «la nevera», es decir, guardado durante dos meses, lo publica justo en el momento del escándalo del máster de la Universidad Rey Juan Carlos protagonizado por la Presidenta de la Comunidad de Madrid, escándalo sobre el que este diario ha intentado evadirse informativamente. Echando mierda sobre otros títulos y de otras universidades, tal vez, quizá, El País ha intentado distraer la atención. También son posibles otras conjeturas que no merece la pena detenerse en ellas. Y, por cierto, la primera etiqueta de archivo que aparece en la versión digital es «Inmigrantes asiáticos». ¿Inmigrantes?

Y aquí tenemos el resultado. Es muy ominoso el hecho de que tengamos que pasar del adjetivo «gonzo» al evidente «golfo»: el reportaje publicado por El País el 28 de marzo de 2018 y firmado por Mai Montero es una muestra del peor periodismo que podamos encontrarnos. Y, desde luego, será objeto de análisis en nuestras aulas como ejemplo de esa golfería con la que algunos medios están matando el periodismo.

Como se fabricó el reportaje

Nuestro Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación tiene desde su inicio en 2010 muchos estudiantes de numerosas nacionalidades. Desde el curso 2013-14, coincidiendo con la duplicación de las tasas académicas y por la práctica ausencia de ayudas al estudiante como becas o préstamos estatales o comunitarios; y coincidiendo también con un decreto por el que se reconocía a los antiguos licenciados el nivel de máster y su acceso directo a los estudios de Doctorado, los alumnos españoles disminuyeron drásticamente (en todos los másteres). Y las plazas fueron ocupadas por alumnos de otras nacionalidades, sobre todo estudiantes de China. Hemos tenido una solicitud de preinscripción cada curso que triplicaba o cuadruplicaba las 120 plazas ofertadas y todos los estudiantes extranjeros que lo han cursado y cursan actualmente fueron seleccionados aplicando el baremo de selección, que es público. Por supuesto, una de las exigencias es un certificado de nivel de idioma español, C1, aunque también aceptamos B2 si las circunstancias del estudiante nos muestran el dominio del idioma para poder cursar el máster. La mayoría de los estudiantes, como he dicho, son de nacionalidad china y graduados en Filología Hispánica. Hablan y escriben además inglés y otros idiomas.

También hay matriculados estudiantes de otros países y, por supuesto, españoles. Aunque actualmente en un porcentaje mucho menor que los estudiantes chinos. Cada curso se publica en la web del máster la relación de estudiantes admitidos. La primera semana del inicio del curso se celebra una sesión de acogida informativa a todos los alumnos y alumnas. Este curso, una de las estudiantes españolas preguntó en esa sesión que por qué había tantos estudiantes chinos. Y se le dio la respuesta oportuna y real, como no podía ser de otro modo.

Hacia el mes de noviembre o primeros de diciembre una estudiante española contacta con una amiga o conocida del diario El País, Mai Montero, para denunciar que en su máster había muchos estudiantes chinos. Otros dos o tres estudiantes españoles se unieron. La periodista de El País acude a una de las clases en esos días, interroga a alumnos chinos a su modo, y elabora todo un guion de prejuicios y xenofobia, un guion pueril, antiperiodístico y lleno de trampas y falsedades.

Mai Montero escribió un correo electrónico el 25 de enero de 2018 al profesor del máster (somos 18) a cuya clase acudió, con posterioridad a su visita y después de haber finalizado el cuatrimestre (es decir, ya no había clases), en el que le pide su opinión como si no le conociera (aunque ya había estado en su clase) porque, decía el texto de Montero, «se vive una situación anómala en cuanto al número de estudiantes chinos y el desarrollo de las clases«, y le ofrece el anonimato. Ese profesor me remitió el correo de la periodista de El País el mismo día que lo recibió, según él, por ser yo la coordinadora del máster.

Y también ese mismo día, 25 de enero, escribo a la periodista el siguiente correo electrónico:

Buenas noches, Mª Carmen, soy María Jesús Casals, coordinadora del Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación de la UCM.
Un miembro del equipo docente del máster me ha reenviado un correo suyo en el que usted le dice textualmente: «He conocido que se vive una situación anómala en cuanto al número de estudiantes chinos y el desarrollo de las clases». Entiendo que puede parecer anómalo el número de estudiantes chinos del máster pero no logro comprender a qué se refiere cuando emplea el mismo calificativo para «el desarrollo de las clases». Por eso me pongo a su disposición.
Como coordinadora creo que también puedo y debo decir o explicar lo que necesite saber para su reportaje, una voz más. Y no necesito el anonimato (que, por cierto, ese anonimato puede funcionar para proteger a alguien que no pertenezca al máster o que le ha dado una información que, supongo, usted debe contrastar)
Mi teléfono móvil es xxx y, repito, estoy a su disposición por vía telefónica, por mail o en persona, acordando el día.

Saludos,

Pocos días después, el 29 de enero, recibí en mi despacho a la periodista de El País y estuve hablando con ella hora y media. Le pedí que hablara con más profesores, y me dediqué a refutar los prejuicios que mostraba en sus preguntas, todas ellas encaminadas a demostrar  dos falsedades que le había transmitido la estudiante española tan ofendida ella por tener tantos compañeros chinos. Estos dos prejuicios, y que después convirtió en juicios con su golfo (que no gonzo) reportaje, eran los siguientes:

a) los estudiantes chinos no saben español y los certificados de nivel de idioma que presentan para su matrícula son una falsificación.
b) por tanto, el nivel académico del máster es mínimo

Después de hablar con Mai Montero, unos estudiantes españoles me comunicaron su desacuerdo con lo que estaba pasando y me advirtieron de que una compañera (no me dieron el nombre) había organizado con su amiga o conocida de El País lo que después se ha publicado.

Me consta que la periodista de El País habló con otro profesor posteriormente y que obtuvo respuestas firmes contra sus prejuicios. Este colega me dijo después de su entrevista con ella que no serviría de nada puesto que sus ideas preconcebidas, injustas y maliciosas, era lo único que quería probar.

Nuestra respuesta

Ignoramos los motivos por los que el diario El País ha permitido la publicación de un reportaje que no resiste el mínimo análisis de ética y calidad periodísticas y no haremos más conjeturas sobre ello. Pero rechazamos y condenamos las afirmaciones falsas y las maliciosas insinuaciones que en él se han escrito. Periodismo golfo, que no gonzo.

Desde que se inició en 2010 este Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación hemos tenido muchos estudiantes de China y todos ellos ingresaron tras el proceso de evaluación de méritos. Son estudiantes excepcionales en su mayoría, tanto por su currículo académico como por sus resultados. Son estudiantes que se esfuerzan al máximo, que tienen un sentido de la responsabilidad admirable, que tienen ambición de conocimiento y progreso, que dominan el español con suficiencia para cursar estos estudios, como lo demuestran en sus trabajos de clase y, sobre todo, en sus Trabajos Fin de Máster, cuya defensa y exposición es pública ante un tribunal. La mayoría son graduados en Filología Hispánica por diversas universidades de China y hablan otros idiomas.

El Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación tiene un profesorado especializado, con experiencia reconocida en docencia e investigación, muy comprometido con su calidad. El máster se somete cada año a encuestas de satisfacción por parte de alumnos y profesores y en ambos casos ha obtenido resultados notables. Puede comprobarse en: https://www.ucm.es/muip-ccinf/resultados-e-indicadores-relevantes. También ha sido auditado por la Fundación para el Conocimiento, organismo de la Comunidad Autónoma de Madrid que controla los títulos oficiales, con resultados sobresalientes. Puede consultarse.  Como profesores estamos muy orgullosos de la experiencia educativa con todos nuestros estudiantes, incluidos los chinos, durante todos estos años.

Muchos de los estudiantes de China están realizando el Doctorado y algunos ya están defendiendo sus tesis doctorales. Sabemos que otros trabajan en universidades de China, en centros oficiales, en embajadas y en empresas como comunicadores, fundamentalmente en América Latina. Por eso nos duele enormemente la xenofobia que inexplicablemente exhibe el pseudo-reportaje publicado por El País. Como profesores universitarios y como ciudadanos españoles nos avergüenza y rechazamos esta xenofobia, causa y origen indudable (aparte de otros posibles intereses) de la difamación publicada contra nuestros estudiantes chinos, contra el profesorado y contra un título de ganado prestigio como es el Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación.

Nunca hemos recibido queja alguna por parte de ningún estudiante por el nivel del máster sino todo lo contrario. Ni siquiera la de los tres estudiantes que han colaborado en el reportaje (?) de El País. Y es una gran falsedad afirmar que por culpa de los estudiantes chinos el nivel del título es bajísimo, como irresponsablemente asevera sin prueba alguna la periodista con ambición de periodismo gonzo. Para nosotros los profesores es una gran experiencia enseñar conceptos y que estudiantes de diferentes culturas los asimilen y los practiquen. Trabajamos mucho con los estudiantes. Y las culturas son comunicables. Es más, a mis alumnos españoles les aconsejo que deben emprender una experiencia lejos de su país, conocer mundo y otras formas de comunicación, otras culturas. Y comprender que la realidad de hoy es un mundo necesariamente abierto y participativo. Ningún periodista ni comunicador puede hacer caso omiso de esta realidad.

En esta revista digital, creada para la comunidad del Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación, se han publicado diversos artículos escritos por alumnos y alumnas de China que dan fe de la gran falsedad publicada por El País.

Aquellos antiguos estudiantes que quieran dejar su testimonio de su paso por este máster pueden hacerlo dirigiéndose al Rector de la Universidad Complutense de Madrid (rector@ucm.es).

La infamia debe ser contestada y mucho más la xenofobia y la existencia de un periodismo golfo, irresponsable, del que, aunque es difícil, debemos defendernos.

Muchas gracias

María Jesús Casals, Coordinadora del Máster Universitario en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación

 

 

 

Traducción al chino (por gentileza de Kai Zeng, antiguo alumno del MUIP, doctorando, periodista y escritor)

国家报的流氓新闻(而非“刚左”新闻),一个粗鲁残暴的排
外案例

“刚左新闻主义” (注1)是⼀种⽤个⼈叙事的⽅式, 构思和撰写新闻报道的风格,带着显⽽
易见的将新闻调查者凌驾于事件真相之上的个⼈特⾊。“刚左”这个术语,为波⼠顿环球时报
记者⽐尔·卡多索⾸创,⽽这个概念的最佳实践者,是美国新新闻时尚之⼦,著名记者兼作
家亨特·斯托克顿·汤普森(注2)(1937-2005)。

众所周知,打着奇闻轶事的幌⼦,个别记者固然有能⼒名利双收,换句话说,他们亦可以通
过媒体渠道实现最⼤程度的⽆耻⾏径。今天我们要探讨的,就是关于国家报2018年3⽉28⽇
发布的标题为“康普顿斯⼤学⼤多数学⽣都是中国⼈” 的报道。

创⽴于2010-11年的马德⾥康普顿斯⼤学官⽅硕⼠专业——新闻学研究:话语与传播交流,
也就是被国家报这哗众取宠的新闻报道所牵扯的主⾓,如今令师们所担忧的是:

或许是出于不⽢平庸寂寞,⼀些西班⽛学⽣潜在的仇外⼼理和个别新闻记者的勃勃野⼼,在
⼀个年轻⽽没有经验的记者的怂恿下,⽆疑最终会因⼀种最愚蠢的⽅式对⼤家都造成伤害。

国家报,在⽤“La nevera”的报道掩盖马德⾥⾃治区主席领导的胡安·卡洛斯⼤学硕⼠的丑闻
之后,开始寻求通过毁谤其它⼤学来转移公众视线,蓄谋已久地酝酿了两个⽉才发出这篇报
道。同时,我还有个疑问,其⽹络版新闻出现的第⼀个标签是“亚洲移民”,确定“移民”这个
表述是适当的?

(注:中国留学⽣的居留证只有10个⽉到1年,期满不归视为⾮法,和移民签证完全不同)

因此,在这⾥结果显⽽易见,我们为遇到⼀起由“奇闻轶事”新闻堕落为“⽆耻新闻”的事件感
到不安。国家报3⽉28⽇由Mai Montero署名的报道,很显然是有史以来最差的新闻报道样
本,这,也将成为我们课堂上分析研究的样本。

该报道是如何杜撰的?

新闻学研究:话语与传播交流官⽅硕⼠专业,⾃创⽴以来,招收过各国留学⽣。2013-2014 年,恰逢西班⽛学费翻倍上涨及学⽣奖学⾦(助学贷款)的严重缺乏,同时也受到3+2法 (本科学位缩短为3年,硕⼠学位延长为2年)的严重影响,西班⽛本国留学⽣数量急剧下降 (所有专业)。这些空位被其他民族的学⽣填补,其中来⾃中国的留学⽣占多数。

我们每年提供120⼈的计划招⽣名额,但实际上报名⼈数多出三到四倍。所有已⼊学和正在 注册的外国留学⽣都通过了按照公开的等级要求被进⾏录取的评审。其中⼀项要求就是西班 ⽛语⽔平达到DELE C1, 但是,如果学⽣的实际能⼒能够取得本专业硕⼠学位,我们也接受 DELE B2。正如我前⾯提到的,⼤多数中国留学⽣毕业于西班⽛语系和⽂学系,他们还掌握 了英⽂和其他语⾔。(这并不影响学新闻,并不是⾮要会西班⽛语才能学新闻)

也有来⾃其他国家的学⽣,当然还有西班⽛⼈, 虽然⽬前他们的⽐例远低于中国学⽣。

录取名单、课程设置都在硕⼠⽹站上对外公开。 专业教学开始的第⼀周的课程是向所有学 ⽣进⾏开放答疑。 就在这堂课上,西班⽛学⽣问道:为什么班上有那么多中国学⽣?他们 得到了如同前⽂中描述的及时⽽坦⽩的回应。

在⼗⼀⽉末⼗⼆⽉初,⼀位西班⽛学⽣联系了他在国家报的熟⼈Mai Montero,纠集起⾃⼰ 另外两位同学,向她抱怨⾃⼰参加的硕⼠班上有很多中国⼈。国家报的记者来到其中⼀个硕 ⼠班级采访取材,⽤⾃⼰的⽅式询问中国学⽣,并且告诉两位⽼师如果不配合就不客⽓,然 后按照⼀个充满刻板印象和仇外⼼理的计划,⼀个幼稚的剧本,炮制了这个充满谎⾔和陷阱 的不符合新闻规范的报道。以下是Mai Montero给两位受访⽼师发的邮件:

因为我正在准备康普顿斯⼤学新闻研究硕⼠学位的报道⽽与您取得联系。

据了解,⽬前中国学⽣数量和班级发展存在异常情况。 我已经和⼀些⽼师谈过了,我也想 知道你的意见。如果你愿意的话,我想通过电⼦邮件问你⼀些问题,或通过电话交谈,或选择合适的时间⾯ 谈。我的电话号码是xxx。 您可以随时联系我。 如果你想匿名举报,那也没有问题。

抱歉占⽤您的时间,⾮常感谢您的帮助。 如果能尽快曝光此问题,我将不胜感激。 如果您 有任何问题可以曝光,请不要犹豫与我联系。

其中⼀位教授向我发送了电⼦邮件,因为我是负责硕⼠项⽬的协调员。 同⼀天,1⽉25⽇,我给记者回复了以下邮件:

晚上好,MªCarmen,我是康普顿斯⼤学新闻研究硕⼠学位协调员   María Jesús Casals:
⼀位本系教师已经向我转发了你的邮件,关于你所描述的“我知道中国学⽣数量和班级发展 存在异常情况。”这部分,我知道中国硕⼠⽣⼈数可能看起来很不正常,但我不明⽩你使⽤ “班级发展”的含义。为此我愿意配合你的采访调查。

作为⼀名协调员,我认为我应该了解你的报道内容并且负责任地提供更多线索,⽽我也不需 要匿名。

我的⼿机是xxx,重申,我可以通过电话,邮件或⾯对⾯的⽅式向您提供信息。

我们的回应

我们不想去猜测国家报为什么会发布⼀篇连基本新闻道德和起码的理性分析都不具备的报道
的动机,但是我们抵制并且谴责报道中的虚假声明和恶意暗⽰。流氓新闻并不是新闻轶事。

新闻学研究:话语和传播交流这个官⽅硕⼠专业⾃2010年创⽴以来,我们陆续招收过很多前来就读的中国留学⽣,他们都是在通过评审之后被录取的,⼤多数拥有中国各⼤学的西班⽛语专业和⽂学专业学历,并且掌握了多门外语。他们绝⼤多数都⾮常优秀,⽆论课堂表现还是最终成绩,努⼒学习,有着令⼈钦佩的责任感,对知识和进步抱有雄⼼壮志,掌握了⾜够 的西班⽛语技能,正如在⽇常学习、最终硕⼠论⽂准备及毕业公开答辩的过程中所展现出来 的那样。

本专业的教师,在教研⽅⾯具有公认的经验,每年接受师⽣的满意度调查评估,其结果可以
https://www.ucm.es/muip-ccinf/resultados-e-indicadores-relevantes 查询。 同时也接受西班⽛学术知识基⾦会(控制官⽅学位的马德⾥⾃治社区组织)的审计并获得了优秀的评价。 作为⽼师,我们对这些年来对包括中国学⽣在内的所有学⽣的教育经历感到⾃豪!

还有许多中国学⽣正在攻读博⼠学位,有些正在准备论⽂答辩。 我们知道他们其中有⼈在
中国⼤学、官⽅机构、⼤使馆和派驻拉美的企业⼯作实习。 难道这也能引起国家报和这名
记者仇外情绪的严重伤害?

作为⼤学教授和西班⽛公民,对针对我们的中国学⽣和教师进⾏诽谤的原因(不排除其他可
能的利益冲突)我们感到羞愧,并且坚决反对这种仇外⼼理。

我们从未收到任何学⽣在攻读硕⼠期间的投诉, 甚⾄参与国家报报道的当事⼈学⽣也没有
投诉。 如果说“中国学⽣的⽔平很低”,仅仅是因为那些⼀味追求奇闻轶事的新闻⼯作者不
负责任地断⾔⽽没有证据,那这注定⼀个极⼤的错误。

对于我们⽼师⽽⾔,教授具有不同⽂化背景的学⽣理论知识并且看到他们融⼊和参与,是宝
贵的教学经历。 我们为学⽣们倾注多年⼼⾎,深知⽂化是可以传播交流的。 此外,诚挚建
议西班⽛的孩⼦们应该远离⾃⼰的国家,出去了解这个世界,进⾏其他形式的交流和拥抱其
他⽂化。 要明⽩今天的世界应该是开放⽽包容的,记者或传媒⼈更不能忽视这⼀放之四海
⽽皆准的道理。

就在本数字刊物官⽹上就曾发表了⼤量中国留学⽣的优秀⽂章,作为事实⾜以回应国家报的
满⼜胡⾔。

耻辱需要昭雪,还有更多仇外⼼理和不负责任的流氓新闻的存在,路途艰险,但我们必须辩
护。

谢谢!

María Jesús Casals

马德⾥康普顿斯⼤学
新闻系 新闻学研究:话语与传播交流专业
协调员

注释:
注1:刚左新闻主义
1971年,汤普森假托体育记者“劳尔·公爵”(Raoul Duke)发表了⼀篇名为《赌城恨憎》的报道,叙述他与律师朋友——刚左博⼠(Dr.Gonzo)前往拉斯维加斯报道沙漠摩托车赛,却在毒品和迷幻药的作⽤下,歇斯底⾥地寻找起了美国梦的经历。

这种报道风格,被称为“刚左新闻主义”。其特点是将虚构性⽂学写作的技巧运⽤于⾮虚构写
作之中,刚左“将记者和对于新闻的追求置于中⼼地位。笔记、其他⽂章的点滴、抄录下来
的采访、转抄的电话谈话、电报等等,这些都是刚左新闻的要素”。刚左新闻记者常常以第
⼀⼈称写作,并且必须成为叙述的主导者,并希望⾃⼰的新闻“读起来如⼩说⼀般”。这与传
统的忠于事实的新闻实践恰恰相反,内地⼀般将其翻译为“荒诞新闻”,有以偏概全
的编译含义。

注2:亨特·斯托克顿·汤普森 Hunter Stockton Thompson ,1937年7⽉18⽇出 ⽣于美国肯塔基州路易维尔,早年参加美国空 军,1957年开始为佛罗⾥达的⼀家报社撰写新
闻,刚左新闻主义的创始⼈,记者、散⽂集、⼩说家,2005年,在美国科罗拉多州⽪特⾦县 的家中⾃杀⽽逝。

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Un viaje a Pakistán, como un sueño efímero

CARRO MARINA, Lucía (2016): Cartas patanas. Andanzas por Pakistán con burka y sin burka. Madrid, Biblioteca Nueva, 397 páginas.

Hay libros testimoniales que son inestimables fuentes de conocimiento por la calidad de la información que suministran. Estas obras son especialmente interesantes para periodistas y estudiantes de Periodismo precisamente porque muestran ejemplarmente cómo entender el mundo y sus otras culturas con una necesaria mirada honesta, curiosa y respetuosa, y cómo usar todo tipo de fuentes para explicar lo que no se sabe de la mejor forma posible. Es casi imposible que podamos desnudarnos de ciertos prejuicios culturales pero el esfuerzo es precisamente no doblegarse ante ellos sino tratar de entender para poder luego contar. Y ese es uno de los grandes valores de Cartas patanas. Andanzas por Pakistán con burka y sin burka de Lucía Carro Marina.

Lucía Carro Marina es doctora en Filología por la UCM, políglota y profesora de latín. Nació en Madrid, pero confiesa que volvió a nacer en Pakistán en el año 2001, cuando se casó con Adam Nayyar, antropólogo y etnomusicólogo pakistaní, que estudió y se doctoró por la Universidad de Heidelberg de Alemania, que fue director del Consejo Nacional de las Artes de Pakistán y que lamentablemente murió demasiado pronto, a los 60 años. Durante su matrimonio, Lucía Carro y Adam Nayyar trabajaron juntos cada día -ella se define como antropóloga consorte- en la defensa y protección del patrimonio musical de Pakistán y de los músicos pakistaníes, perseguidos por los talibanes porque proclaman que la música es pecado. Lucía lo describe en varias de sus Cartas patanas:

«Como maestro, Adam me acercó a la música religiosa popular, y como activista político contra los fundamentalistas, que saben que la música es su peor enemigo en el subcontinente».

Como los Grimm, buscaron por pueblos, ciudades y aldeas la música popular, las coplas, las danzas, expresiones culturales que son las más sentidas y compartidas entre generaciones, las más emotivas y genuinas de todos los pueblos de este mundo. En Pakistán, tierra musulmana, el Corán rige la vida y se impone esa regla coránica que prohíbe la figuración de seres vivos. Por tanto, la música se convirtió en el arte por excelencia en detrimento de las artes plásticas. Además, en ese lugar del sudeste asiático la cultura popular atribuye un valor medicinal y curativo a las notas musicales sabiamente manejadas. El trabajo de Adam y de Lucía era también una enamorada defensa de la música y de los músicos pakistaníes. Música y músicos fueron proscritos por los fundamentalistas islámicos, esos talibanes que,  con justicia cuenta Lucía Carro, fueron bien alimentados por Occidente:

En los últimos años el moderno fundamentalismo islámico ha conferido un enorme poder a los mullahs o clero musulmán, ignorante, y a menudo sin ninguna formación teológica, que proclaman que la música es pecado y la prohíben y castigan… Repito: hacen expulsar a los músicos de la ciudad, rompen sus instrumentos, incendian las tiendas de discos y cassettes, tiran granadas sobre las humildes carpas que albergan una boda con música… sin que las autoridades y los políticos laicos se atrevan a mover un dedo ni encuentren nada que objetar. El resultado es una incentivación de la violencia en una sociedad violenta de por sí, que ya no puede aliviar su alma, como hacía antes con un poco de música.

La «revolución de la casete», como lo llamaba mi marido, había hecho asequible la música para los más pobres. También permitía copiar, grabarse y ser grabado. Esto dio una vida nueva a la sociedad rural, a su música y a su creatividad. Actualmente, las leyes contra el pirateo de música son las mejores aliadas de los mullahs y su oscurantismo.

Hoy en día, los tiros al aire, a menudo con mortíferos resultados, son el único efecto de sonido asequible para las celebraciones del amor (p. 183).

Lucía Carro ha tenido el acierto de elegir el género epistolar para sus relatos y descripciones de ese gran viaje que duró doce años por la República Islámica de Pakistán. Es un país con una superficie como una España y media pero con casi 200 millones de habitantes. Su territorio ha sido y es una auténtica encrucijada de caminos y de culturas. Reúne tierra adentro y en su litoral a las dos rutas de la seda, y es asiento y crisol de civilizaciones únicas (Harappa, Gandhara, el Imperio Moghol, el Raj) y de milenarias culturas (hindú, china, centroasiática, chamanismo siberiano, persa, swahili del África del Este, unida desde muy antiguo a Pakistán por el tráfico de esclavos del legendario imperio de Omán). Los años de trabajo de Lucía Carro y Adam Nayyar seguro que no fueron suficientes para sus planes de investigación etnomusical pero sí para que en ese interrumpido viaje ella haya entendido su gran viaje como conocimiento. Y este libro es el testimonio de ese viaje homérico, del que hablaba Kavafis para ir a Itaca aunque nunca se llegara, ese viaje que como definió Descartes «sirve para conocer las costumbres de los distintos pueblos y para despojarse del prejuicio de que sólo en la propia patria se puede vivir de la manera a que uno está acostumbrado».

Esta es precisamente una de las ideas principales que Lucía Carro ha dejado en su libro. Ella nos muestra, tal vez sin percatarse de ello, con sus relatos y sus análisis, con sus datos precisos, sus descripciones de la gente y de los lugares, de las costumbres tan diferentes a las que se hubo de adaptar, con todo el amor que transmite en cada página por la tierra que la acogió, que estamos llenos de prejuicios, que nuestro conocimiento del mundo es estereotipado, y que los medios de comunicación no ayudan precisamente a romper esta ignorancia, más bien, al contrario, la alimentan. Por eso, en las primeras páginas de la Introducción a sus Cartas Patanas, Lucía Carro escribe:

«Viajera he sido por las tierras de Pakistán y romper una lanza quiero por su gente, su cultura y su presente situación. Pakistán es un país doblemente herido, primero por la colonización británica y recientemente, de nuevo, por el fundamentalismo islámico que sigue asolándolo».

Lucía Carro Marina vivió intensamente su viaje junto a su marido Adam Nayyar ya que como antropóloga consorte fue un nexo necesario con el mundo de las mujeres. Porque, en efecto, en la República Islámica de Pakistán la segregación de los sexos es una norma inviolable, de modo que como hombre Adam Nayyar no tenía acceso al mundo de las mujeres, cuando son ellas las que conservan y transmiten de generación en generación la música popular, desde las canciones de cuna a las que festejan o lamentan todos los aconteceres de la vida. Lucía pudo entrar en ese mundo femenino vetado para el hombre y completar así la investigación emprendida sobre música y danza.

La nueva vida de la autora exigió que aprendiera el urdu, idioma oficial de Pakistán, y el farsi porque se habla en Afganistán y es lengua madre. Además, es trilingüe en español, inglés y francés y habla y escribe chino (en 1999 publicó una recopilación, con traducción propia, también en Biblioteca Nueva, titulada Ciento setenta poemas chinos). Ha sido profesora de latín en varias universidades del mundo. Gracias a este envidiable dominio de idiomas, la autora va desgranando en su libro lo que muchas palabras significan y han significado, su origen y evolución, un viaje constante por el lenguaje que, sin pretenderlo, nos hace penetrar en conceptos, en detalles reveladores, en la historia oriental y occidental compartidas por siglos, con facilidad y atracción, porque las palabras son el nexo absoluto de lo humano con todos los universos. Y por ser políglota, Lucía Carro conoció y ayudó a muchos viajeros escritores, investigadores, antropólogos y periodistas de todo el mundo que llegaban a Islamabad. Y, en fin, también tuvo tiempo la autora para estudiar la danza como concepto y como expresión. Tomó clases y se convirtió en una bailarina de danza pakistaní y de ello habla en sus Cartas patanas y muestra en ellas algunas fotografías muy bellas.

La belleza. Algo que Lucía ha perseguido en su inmenso viaje. Dijo André Breton que la belleza es convulsiva o no es nada en absoluto. Yo pienso lo mismo. La belleza no tiene cuerpo ni alma. Es una idea, una sensación…una intuición. Hay algo en la belleza que nos duele y nos ensancha a la vez. Stendhal trató de explicarlo pero sigue siendo un misterio. Un silencio y una “puerta ante ese infinito que anhelo y que jamás he conocido”, dijo Baudelaire. Este verso es la mejor explicación que conozco sobre la belleza: la puerta que abre el abismo interior. Un abismo al que no podemos llegar. Pueden brotar lágrimas, o acelerarse el corazón o sentir el cerebro paralizado. Sensaciones. ¿Pero cómo explicar esa especie de sabiduría fugaz que se abre y se cierra al instante, que conocemos y desconocemos a la vez?. La belleza es el dolor. Y el placer. Dolor y placer efímeros, para no morir. La extraña droga. Las flores del mal. Baudelaire invade la conciencia. Y Lucía Carro ha leído mucho a Baudelaire.

Yo he percibido en estas Cartas Patanas esa búsqueda de la belleza y esa puerta que abre al abismo cuando encuentra instantes de belleza en el porte digno y elegante de un patán, de una mujer pakistaní, del cabello de las mujeres, de un paisaje, de un chal bordado, del pan sagrado de Pakistán, del gesto de las mujeres en la cocina, de un vestido, de una danza, de una canción, de una noche estrellada en el desierto, de un gesto de generosidad y de elegancia, tan comunes en aquella cultura hospitalaria y tan lejana para nosotros. Belleza en las manifestaciones cotidianas de una cultura antigua, mezclada con otras durante siglos, belleza en las ciudades y en las aldeas, belleza en la poesía, las palabras, en la escritura. Belleza no exenta de dolor, belleza que da el sublime placer en un instante que nos acerca al abismo como describió Baudelaire en su inolvidable verso. Si tuviera que destacar algo muy especial del libro de Lucía Carro, algo difícil por su enorme riqueza en todos los sentidos, es precisamente esta subyugación por la belleza que vive en todas sus páginas porque sin duda la encuentra. Allí está, en cada paso, en cada viaje, en cada experiencia, en todo lo que relata.

No es un libro para leerlo deprisa ni para seguir una historia. Tiene una estructura muy ordenada, académica, por temas que ella define, y todos ellos unidos en una lógica admirable. Es tal el cúmulo de información, es tan poderosa la forma en que nos sumerge en ese mundo oriental que ella ha descubierto con los ojos bien abiertos, que es necesario prestar la atención de un modo nada habitual. Todo va introduciéndose en la mente del lector, deshaciendo prejuicios y estereotipos, mentiras difundidas, historias falsamente fabricadas por intereses políticos de Occidente, proporcionando un conocimiento mostrado y explicado a la vez, en una mezcla que es bien difícil de conseguir. Por eso el libro que ha escrito Lucía Carro es de los que cuando se terminan consiguen que no seamos los mismos porque hemos vivido una enorme experiencia de conocimiento. Como ejemplo, cito este párrafo que, con la resolución de la brevedad sintética, nos informa sobre la historia de la realidad política:

Durante la guerra de Afganistán (1979-1989) anterior a la presente, en la que los poderes occidentales armaron y animaron a los rebeldes afganos contra los rusos, los estrategas norteamericanos, asesorados por un artero «think thank» docto en estudios islámicos, decidieron resucitar el concepto de Yihad (guerra santa), que el Islam había archivado desde el siglo X (eso dicen en esta parte del mundo, pero la historia de España situaría la fecha del olvido de la Yihad dos siglos más tarde, tras la fanática invasión de los almorávides y almohades en los siglos XI y XII), para ensañar a sus protegidos contra los comunistas. La CIA introdujo el concepto de Yihad en la formación del servicio secreto pakistaní en aquellos años, y ahora le está costando dios y ayuda erradicar esta noción en el país que Estados Unidos vuelve a utilizar como base de operaciones (p. 166).

He sentido esta sensación extraordinaria de vivir el conocimiento transmitido de toda una vida ajena con la última obra, testimonial, del admirado periodista que fue Ryszard Kapuściński, y que tituló Viajes con Heródoto. Kapuściński decía que el sentido de la vida es cruzar fronteras, fronteras físicas, reales, y otras como la de la cultura, la familia, el idioma y el amor. Él lo hizo como periodista y en Viajes con Heródoto describió cómo hace 2.500 años ya existía una lucha entre Occidente y Oriente, pero también la mezcla simbiótica de culturas y conocimientos. Decía Kapuściński que «Oriente es el confucionismo, el budismo, el taoísmo… El islam sería el tercer elemento. Centrar toda la atención en ese mundo islámico, intentar crear un problema con él, es un grave error y una manipulación». Lucía Carro, que tal vez no haya leído el libro de Kapuściński, insiste también en esta idea y, como Kapuściński, transmite su interés sincero por el otro y el descubrimiento del otro. Son los otros, la otra cultura en la que tuvo que nacer de nuevo, lo que impregna y da un valor absoluto a sus Cartas patanas. Para ello hay que ir desprendiéndose en el viaje de ese Yo siempre estrecho que impide escuchar, ver, mirar, comprender y amar. Es una forma de estar en la vida y que yo intento modestamente enseñar a mis alumnos de Periodismo. Pero no es nada fácil y el desprendimiento de ese ego que nos identifica con una cultura, una lengua, un país, un terruño, significa transformación, apertura, viajar no solo en el sentido físico sino, y esto es lo más difícil, por el interior de nuestras cómodas y falsas seguridades. Aunque el libro de Lucía está lleno de esas señales de continua transformación, solo voy a citar dos pasajes de dos de sus cartas. En la primera, Lucía cuenta que aceptó un trabajo de muy difícil traducción y ordenamiento de datos. Y esta es su reflexión:

Poco a poco me fui metiendo en harina y descubriendo un mundo que me apasionaba. Fuimos al valle del Punyal a visitar al autor y su familia, él bajó a Islamabad con más datos y explicaciones, mandó a amigos con cassettes y más fotografías, y poco a poco fui poniendo orden en aquel amasijo informe de datos que me habían dado. Tuve que añadir capítulos de historia, desciframiento de muestrarios antiguos, glosario, descodificación icónica y lingüística de la simbología del lenguaje de los bordados en cinco lenguas locales, inventario, clasificación y catalogación de motivos, e índices. Cada vez más enfrascada, estaba ya escribiendo mi magnum opus cuando al cabo de más de un año de investigación Adam me preguntó un día: ¿Cuánto le piensas cobrar a los suizos por este trabajo? Sin dudarlo un momento le contesté que lo más posible, pues para eso estaba perdiendo las pestañas y sudando la gota gorda; la tarea era decididamente ardua y a menudo enojosa… no iba a regalar mi tiempo. Conforme a la lógica de Occidente, de donde procedo, pretendía «ganar» con un trabajo que me estaba costando dios y ayuda.

– ¿Por qué no lo donas?

La pregunta me vino grande y casi monto en cólera. ¡Con lo que, me quedaba todavía por sudar! Además, con nuestros exiguos sueldos de funcionarios pakistaníes…. Adam no dijo más aquel día.

Con el tiempo me hizo ver que aquel dinero sería mucho más útil para una escuela de niños discapacitados por la consanguinidad que estaban intentando abrir en una de las pobrísimas zonas de donde proceden los bordados del libro que estaba intentando sacar adelante. También siguió llevándome a visitar santuarios sufíes donde siempre se pueden presenciar emocionantes muestras de generosidad creativa y radical por parte de personas que gozan de poco que compartir, y empecé a ver las cosas de otra manera; de una manera que tampoco tiene que ver con la honrosa caridad cristiana.

Ahora lo veo claro, pero por aquel entonces tardé en comprender, pues yo era igualita que los consultores que tanto criticaba: creía, a la occidental, que «trabajar», o mejor dicho, «tener trabajo», significaba ganar dinero, y mientras más dinero, mejor y más honor (pp. 153-154).

Otro libro que me abrió ese concepto de transformación por el conocimiento de los otros fue la Isla de Sajalin, de Antón Chéjov. Chéjov (1860-1904) tenía 30 años y una tuberculosis pulmonar, era médico y ya un escritor cuando emprendió el viaje a la isla de Sajalín, un lugar situado en el extremo de Siberia, entre la península de Kamchatka y el archipiélago de Japón, en el mar de Ojotsk. Guarda la entrada de la desembocadura del río Amur. El fin del mundo. Uno de los infiernos gélidos e indomables de este planeta. Y por eso allí había un penal donde el régimen zarista deportaba a presos políticos y criminales. Chéjov tardó casi tres meses en llegar a Sajalín cruzando toda Siberia. Y pasó en la isla otros tres meses y tres días visitando las cárceles, las colonias de los penados y de los carceleros, hablando con los seres humanos que fueron allí arrojados, explorando todo su territorio, y observando con una empatía lejana a ningún sentimiento de superioridad a las poblaciones nativas de ainos y guiliacos. Se detuvo también en las bellezas de la isla y en su tundra inhabitable, en su historia, en la flora y la fauna, en la orografía y en el clima. La isla de Sajalín no fue pensada como una obra literaria sino analítica, de observación rigurosa, objetiva. Quiso ser la tesis doctoral para la culminación de los estudios de Medicina, algo que Chéjov no logró porque fue rechazada. Pero La isla de Sajalín ha sido mucho más que una tesis: ante todo es el gran testimonio con voluntad objetivista sobre una realidad que había que contar. Es decir, lo más cercano a un gran reportaje. La isla de Sajalín es la obra a la que Chéjov dedicó más tiempo y esfuerzo. Y puede ser que marcara de forma definitiva su carácter y alimentara su estoicismo y su compromiso con los más débiles. Puede ser que Sajalín fuera el germen de sus maravillosos relatos, el principio de su interés por observar al ser humano con buscada distancia, sin juzgarlo, mostrándolo en su belleza y en su desgracia, como también ha hecho Lucía Carro Marina en sus Cartas patanas.

Tal vez podría citar otros libros pero es suficiente dejar testimonio de los de Kapuściński y Chéjov porque me dejaron vida e ideas, y ahora estas Cartas patanas de Lucía Carro. No son libros de viajes, son libros de escritores que no pretenden contar solo las experiencias personales de sus cruces de fronteras sino que aportan el cambio que produce el conocimiento de otros seres humanos, de otras formas de vivir, de otras concepciones y culturas, que critican con valentía y claridad las injusticias y las falsedades de tópicos y estereotipos bien fabricados para servir a ciertos intereses. Lucía Carro cita en su libro a muchos escritores, poetas y filósofos, occidentales y orientales, que van por el mismo camino, y que ella nos va presentando en las citas exquisitas que presiden sus cartas.

El libro de Lucía Carro está escrito para lectores de su cultura occidental porque trasformación no significa olvido ni conversión ni negación de su cultura. Todo lo contrario. Lucía Carro es un puente que se ha construido a si misma entre las dos orillas culturales. Y los análisis desnudos de moralina que encontramos en sus cartas constituyen verdaderas interpelaciones para nuestra propia reflexión. Solo citaré dos breves párrafos sobre las buenas intenciones de Occidente:

Una vez más he de reconocer que hay que estudiar mucho y hacer mucha labor de campo preliminar antes de querer «mejorar» la vida de los demás….y colonizarles una vez más por muy desinteresado que se quiera ser (p. 210).

Pakistán no puede hacer frente a un gigante malencarado como la India, y no hace valer multitud de argumentos históricos, económicos y culturales que le ayudaría a defenderse… Sin embargo, Pakistán, país joven e ingenuo, sigue creyendo que la ONU algún día va a servir para algo (p. 337).

En una de las cartas patanas aparece la política española. Lucía Carro narra cómo se sintió orgullosa por el comportamiento de los soldados que se entregaron a una ayuda total tras el terrible terremoto que asoló Pakistán en 2005 y fueron autoridades españolas las que se personaron para supervisar la gran tarea de reconstrucción de los soldados de todas las nacionalidades ya que en aquellos meses España estaba al frente de la OTAN. Pero esa admiración patria se vino abajo cuando llegó a Afganistán la entonces ministra de Defensa a una tierra donde es impensable que las mujeres embarazadas vayan a la guerra, y con un avión-hospital pertrechado con médicos, enfermeras y con el último grito en equipamiento quirúrgico, en un lugar donde sufren los soldados sin esas comodidades sanitarias y donde las mujeres afganas mueren de parto por falta precisamente de esos medios. La autora dedica dos páginas a describir este inoportuno viaje y se pregunta: «Quién forma el equipo de antropólogos, sociólogos y especialistas en protocolo que asesora al ministerio de Defensa?, nos preguntamos todos… ¿Quién se divirtió con esta «propuesta» como dicen los comentaristas de moda»? (p. 229). Y nos ofrece, más que una respuesta, que no la tiene, una reflexión:

No nos queda más remedio que recurrir a Platón: narra en su Protágoras como Hesiodo y Esquilo, el mito de Prometeo, pero a diferencia de estos insiste en que si bien fue Prometeo quien roba el fuego para ayudar a los humanos, fue Hermes, a petición de Zeus, y no Prometeo, quien dota a los hombres con las herramientas para que pueda desarrollarse el arte de la ciudadanía o Tekné Politike, base de la democracia griega, de la que dicen inspirarse los políticos occidentales, a saber: 1. Diké: sentido de lo justo; y 2. Aidós, sentido de lo decente, el sentido de lo moral, apropiado al decoro. Según acuerdo tácito e inmemorial entre los hombres que no necesita codificación por ser tan patente en el sano fluir de las relaciones humanas.

Hay maneras de ningunear el aidós y la diké y de hacer trizas la tekné politike con que se dota cada pueblo; un ejemplo puede ser Estados Unidos en Pakistán, Afganistán y Pashtunistán… Y otro ejemplo más sangriento para mí es el de la ministra de Defensa del reino de España (p. 230).

En la epístola 82 a Lucilio, Séneca preguntaba: «¿Como eliminarás los prejuicios de toda la humanidad de los que esta imbuida desde la infancia?» Séneca aconsejaba a su discípulo que no eran las teorías ni las arengas las que conseguían eliminar prejuicios y malas conductas sino el saber mostrar con situaciones concretas la realidad que pretendemos dar a conocer. «Ningún acto resulta honesto -decía Séneca- sino aquel al que el alma entera se consagra y atiende». Esto es precisamente lo que nos deja Lucía Carro: con relatos de su experiencia nos obliga a reconocer prejuicios y falsedades y a desecharlos. Porque sus cartas no son morales aunque contengan esa honestidad persuasiva que describía Seneca. Son cartas que comparten con el lector ese gran viaje al que se consagró contrastando la cultura de una cristiana occidental con otra milenaria, oriental, islámica, tan diferente. Son cartas de una gran contención emocional, prevalecen los datos y los análisis por medio de las historias y descripciones, dejando a un lado su emotividad, que se percibe a veces pero que no empaña. Como Chéjov y Kapuściński. Y esto lo digo con gratitud y admiración porque por desgracia se ha impuesto la moda del relato periodístico y literario en los que emociones privadas de los autores son protagonistas antes que cualquier análisis necesario. Una plaga de la que no culpo tanto a los periodistas como a los medios de comunicación. Estamos viviendo la imposición de las emociones para acallar las causas de los problemas, de los prejuicios, de la violencia.

El consejo de Séneca ya estaba explicado por Aristóteles cuando en su Retórica definió este concepto de mostrar, de hacer visibles las ideas y realidades por medio de la visibilidad narrativa: «Llamo poner ante los ojos algo a representarlo en acción». Y Quintiliano, maestro de retórica, tenía esta máxima aristotélica: «escribir para mostrar, no para probar». Es decir, no valen las arengas morales ni ideológicas por sí solas. Lo que importa es narrar con verosimilitud, precisión y sinceridad. El testimonio honesto. Esta dualidad entre la experiencia personal, es decir, la singularidad, y lo que es universal, como la empatía, por ejemplo, o entre lo íntimo y la experiencia compartida es lo que proporciona ese inmenso valor comunicativo que tiene la mejor literatura y el mejor periodismo.

Lucía Carro Marina, con elegancia pero con razones muy justificadas, no habla bien de los periodistas occidentales, esos que van a Afganistán o a Pakistán como voceros o como aventureros que desprecian otras culturas diferentes para lograr no se sabe qué gloria. Cuenta la autora el bochorno que sintió por unos periodistas que se disfrazaron con una burka para burlar la entrada fronteriza afgana y que, por supuesto, al primer paso, paso zafio, fueron detenidos. Lo narra con una contenida indignación muy reflexiva que desemboca en una pregunta que nos atañe a todos:

Es decir, que los zafios reporteros occidentales varones que, cuando comenzó la última invasión de Afganistán, creyeron poder colarse en tierra patana perpetrados por burkas adquiridas al por mayor, con sus bastos andares, no sabían en el lío que se estaban metiendo, ni el peligro de muerte que corrían, ni saben quién los salvó. ¿Qué tipo de información pueden facilitar y siguen facilitando los que creyeron engañar a todo patán viviente y se vanaglorian de ello? ¿Qué visión y comprensión de hechos y cultura? ¿Qué veracidad y qué fideiDignidad? (p. 199)

Como periodista que fui y como profesora de periodismo siento cierta rabia al leer estas historias aunque por supuesto acepto su crítica. En cualquier caso yo no trabajo para un medio de comunicación sino para una universidad pública, de modo que seguiré enseñando lo que es un periodista, lo que es periodismo, y Chéjov, Kapuściński, y este libro de Lucía Carro me sirven como grandes ejemplos de narradores para explicar la escritura y la mirada. Hannah Arendt, en Verdad y política, escribió: «Sin los periodistas no encontraríamos nuestro lugar en un mundo de cambio constante y, en el sentido más literal, no sabríamos nunca dónde estamos». Lucía Carro Marina no es periodista, ella misma lo advierte, pero su libro me va a servir para explicar cómo se mira. La enseñanza del periodismo no se basa en manuales o recetarios, sino en textos filosóficos y en la escritura de muchos autores, periodistas y literatos, que han sabido mirar, preguntar, observar y salir de sí mismos. Es una cuestión fundamental. Para ser realmente libres en nuestras elecciones y autónomos en nuestras decisiones necesitamos ver con alguna claridad. Si no, no seremos más que esclavos de nuestras emociones, de nuestros maniqueísmos, de nuestros prejuicios, de nuestro miedo al otro, al diferente, ese relato que nos fabrican los poderosos para la justificación de sus guerras y para el dominio del mundo.

La mirada. Lo primero, saber qué miramos, cómo miramos. Después, la escritura. No es fácil saber mirar y por ello se puede aprender durante toda la vida, si se ejercita, claro. En estas Cartas patanas hay un continuo ejercicio de mirada hacia los otros, auténtica comunicación. Y también esa mirada que paulatinamente va limpiando y puliendo el yo acomodaticio, ignorante y satisfecho al modo panglosiano del Cándido de Voltaire. En esta transformación por la mirada se ve constantemente en el libro de Lucía Carro la guía de Adam Nayyar. Por eso dice Lucía que allí, en Pakistán, volvió a nacer. Cito un corto párrafo de una de las cartas patanas:

Allí, mi marido me hizo notar la pobreza extrema de los lugareños. Me avergoncé de no haberme dado cuenta; para mí todo era pobre y ahí acababa la cosa… Mi marido me hizo fijarme en el estado de casi descomposición de las humildes sandalias, cuando las había, y en muchos otros detalles que mis ojos occidentales no eran capaces de distinguir (p. 323).

He dejado para el final mi admiración por la bella escritura de Cartas patanas. Andanzas por Pakistán con burka y sin burka. Es un libro tan bien escrito que emociona y obliga a paladearlo. Una escritura que es el indudable resultado de una sensibilidad fuera de lo común, de la acumulación de conocimientos y su dominio de varias lenguas. Creo que todo ello, como un prodigio de alquimia mental, ha conseguido esta escritura limpia, depurada, que los lectores sentimos recordando ese verso de Virgilio en la Eneida: Como viento ligero, igual que un sueño efímero.

La propia autora se ha definido en su libro de forma clara y reivindicativa como enemiga de los abusos del lenguaje. Una idea necesaria y justa para quienes tenemos la responsabilidad de enseñar escritura periodística:

Sí, pertenezco a la terrible secta de los traductores e intérpretes, dragomanes o truchimanes, levantisca contra los que la hostigan y acosan con su abuso del lenguaje y, por lo tanto, de ideas… y de la realidad (p. 173).

 

María Jesús Casals Carro

Universidad Complutense de Madrid

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La cólera de Aquiles

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Cratera de volutas, Ática, 490- 460 a.C., 63 cm (alto) x 46 cm (diámetro), Londres, British Museum, Greek & Roman Antiquities, G15/3, 1848,0801.1

Jorge Viz González

Resumen: En el texto se estudiarán las conexiones literarias de la representación de la lucha entre Aquiles y Héctor de una cratera de volutas griega. Se desarrollará el concepto de héroe griego, ejemplificándolo con los textos del canon de la literatura mundial, además de focalizar en el concepto de cólera de Aquiles, y en los duelos singulares, abstraídos de su entorno y que finalizan con la vitalidad o la glorificación del héroe clásico.

-Palabras clave: Aquiles, Ilíada, Literatura, Cólera, Héroe. Fecha de elaboración: Mayo de 2016.


         La escena principal representada en la cratera de volutas personifica la lucha de Aquiles contra Héctor narrada en el canto XX de la Ilíada de Homero, un poema épico de 24 cantos. Este enfrentamiento tuvo lugar durante el décimo año de la guerra entre aqueos y teucros en la amurallada ciudad del rey Príamo. Con estas palabras, Héctor, engañado por la diosa Atenea, exclama a Aquiles: “No huiré más de ti, oh hijo de Peleo, como hasta ahora. Tres veces di la vuelta, huyendo, en torno de la gran ciudad de Príamo, sin atreverme nunca a esperar tu acometida. Mas ya mi ánimo me impele a afrontarte, ora te mate, ora me mates tu” (Homero 2012, 412). Tras un valeroso combate, perdió la vida en manos de Aquiles. Desde el primer momento el propio Homero nos indica cuál es el tema de la Ilíada: «Canta ¡Oh diosa!, la cólera de Aquiles: cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes» (Homero 2012, 63). Por lo tanto, la escena de esta vasija griega nos muestra el momento álgido, la escena culminante de la obra donde por fin pudo calmar su sed de venganza y apagar su cólera. La Ilíada nos ejemplifica su vida, la de un héroe épico víctima de su fatal destino.

            Desde Homero, han aparecido muchas versiones donde se narraba la guerra de Troya y este combate en concreto. Virgilio, Ovidio o Dante, incluyeron en sus obras menciones a los héroes míticos de Homero. Los autores romanos, que remontan su linaje a Troya, compartían una visión más negativa del carácter de Aquiles. Virgilio lo nombra como “el iracundo Aquiles” (Virgilio 1992, 142) sin piedad de los hombres y Horacio como violento y despiadado con niños y mujeres. Otros autores, dan a conocer otros motivos para su menosprecio, su vida erótica, como Ovidio o Porpercio. De Héctor, conocemos su personalidad y sus heroicidades en el décimo año de la guerra narrada en la Ilíada. También lo podemos ubicar en epopeyas cíclicas y en la tragedia de Reso en Eurípides, donde se narra la lucha naval y el fallecimiento de Sarpedón. Una obra en la que aparecen ambos es la divina comedia de Dante, donde Héctor y su familia permanecen en el Limbo, el círculo exterior donde moran los virtuosos no cristianos. En cuanto a Aquiles, el haber actuado por impulso ante la muerte de Patroclo, por querer obtener venganza y gloria, junto a su enamoramiento de Briseida, por quien abandonó a sus compañeros en batalla cuando Agamenón se la quitó de sus aposentos, es decir, el no haber frenado sus instintos y haber pecado por incontinencia le ha conducido al segundo anillo del Infierno de Dante.

            Para poder comprender mejor a los protagonistas de la Ilíada debemos saber que la figura del héroe épico ha tenido un diverso enfoque en cuanto a su definición, ya que poseen y ejemplifican con sus hazañas virtudes diferentes en función de la época en la que se narran sus gestas. En la escena representada en la cratera de volutas y en los momentos previos al combate, cabe destacar la superioridad de Aquiles como héroe. Ha elegido una vida breve y gloriosa, expresa y reconoce que el destino de cualquier ser humano es el sufrimiento y la muerte, la condición no divina, mientras que Héctor olvida el suyo ya que su sentido del honor le incita a regresar al combate. Desde el canto número VII de la Ilíada hasta el XXII profundiza en su error, querer obtener piedad de Aquiles, y solo cuando decide enfrentarse a Aquiles lo reconoce y se lamenta de no haber seguido los consejos de su familia.

            Generalmente, los héroes épicos, adquieren una conducta peculiar por algo ocurrido y se valen de sus habilidades o virtudes para lograr tareas difíciles de alcanzar por cualquier humano, convirtiéndose así en los protagonistas de la poesía heroica. Para ejemplificar sus diferentes modos de actuar recurriremos a Aquiles, Odiseo y Eneas, protagonistas de La Ilíada, La Odisea y la Eneida, respectivamente.

            En la Ilíada podemos observar el caos producido por una guerra a gran escala y sin embargo, como el poeta fija su atención en los héroes y en sus motivaciones personales. En Aquiles destaca sus facultades humanas: la belleza, la fortaleza, el vigor y el saber cómo adoptar la muerte ideal de la vida heroica para alcanzar la gloria eterna. También la compasión, la preocupación por lo humano y los valores morales, como cuando recibe a Príamo en su tienda y se apiada de él tras solicitar el rescate del cadáver de su hijo en el canto XXIV.

            En la Odisea, Odiseo es presentado prácticamente como el polo opuesto de Aquiles. Nos muestra su afán por sobrevivir, su única meta es la de no morir en el campo de batalla. No es un héroe que recurra a la fuerza, al poderío físico, es un héroe que trata de alcanzar la victoria usando la inteligencia práctica, con mucha valentía, engañando, mintiendo o incluso disfrazándose.

            La Eneida de Virgilio se ve transformada por los criterios éticos del momento, ideales morales que conforman otro espacio social para el héroe y que lo alejan de la obra de Homero, aunque se advierte su derivación en muchos aspectos. La inteligencia práctica ya no será la virtud del héroe, como en Odiseo, sino que lo será la moralidad, justo y piadoso, virtudes cívicas que corresponden al momento temporal en el que se crea. Es decir, Virgilio interpreta las realidades tradicionales pero con una visión más filosófica y simbólica.

            El sentimiento que mueve a Aquiles a protagonizar la escena que he elegido, su cólera, se convierte en el símbolo de la guerra de Troya, su pasión motivadora: “apetito penoso de venganza por causa de un desprecio, […], a toda ira sigue un cierto placer, nacido de la esperanza de vengarse” (Aristóteles 1994, 307). Esta afirmación hace suponer que el sentimiento de ira en la antigua Grecia tenía connotaciones similares a las actuales pero quizás, no seamos capaces nunca de matizarlo con detalle. A Aquiles se le aplica la palabra mênis para identificar su cólera, la misma que a los dioses, no utilizada para el resto de héroes. Esto da lugar a una confusión, ya que me referiré a la cólera de Aquiles por lo que contemporáneamente entendemos como cólera, ya que no conocemos el significado concreto de mênis. Pasión generada por la pérdida de su eterno compañero, Patroclo.

            Aquiles y Patroclo habían crecido juntos en Pythia, y de allí marcharon a la guerra. En la Ilíada, Aquiles se muestra profundamente humano, dando a conocer un rasgo interesante de su personalidad, su desinteresada y continua amistad con Patroclo. Son el prototipo griego de amistad eterna. El trágico final de ruptura de esta pareja literaria comenzaría en el décimo año de guerra, cuando Agamenón robó a Aquiles a su querida Briseida, hija de Brisos, sacerdote en Lyrnessos. Este acto le condujo a retirarse y a permitir que Patroclo combatiese al frente de los mirmidones, tras haberle cedido su armadura.

            Enloquecido por el fragor del combate, dio muerte a varios troyanos entre los que se encontraba Sarpedón. Zeus, molesto por lo ocurrido, decidió planear su muerte alentando a que Héctor le acosara sin cesar. Y así fue, mientras Patroclo estaba atacando a los teucros que defendían a Héctor, Apolo, en el desconcierto del combate, le quitó el yelmo de Aquiles con un golpe en la espalda. Había llegado su hora. Patroclo sintió que había sido alcanzado por la pica de Euforbo. Héctor, aprovecho su debilidad tras haber sido herido, «le envainó la lanza en la parte inferior del vientre» (Homero 2012, 820-821). Sus últimas palabras fueron para Héctor, al que anunció una pronta muerte.

            La tristeza de Aquiles es un tema que alcanzó gran popularidad en el mundo del arte y su llanto fue cantado por Homero de esta manera: “los aqueos pasaron la noche dando gemidos y llorando a Patroclo. El Pelida, poniendo sus manos homicidas sobre el pecho de su amigo, dio comienzo a las sentidas lamentaciones, mezcladas con frecuentes sollozos” (Homero 2012, 358). Los juegos fúnebres que organizó Aquiles en honor de Patroclo fueron narrados por Homero con detalle en el penúltimo canto de la Ilíada, el canto XXIII. La ira hacia Héctor la hizo extensible a cualquier troyano. Su desesperación conmovió a su madre Tetis, la cual le entregó sus nuevas armas, fabricadas por el divino Hefesto en su fragua subterránea, que  recogían la gloria del héroe, en oposición a la muerte que pronto recibirá. Aquiles, mientras contemplaba la armadura, sintió como volvía a florecer su cólera a la vez que disfrutaba observando el espléndido presente de Hefesto: la ilustre armadura, “tan excelente y bella como jamás varón alguno la haya llevado para proteger sus hombros” (Homero 2012, 366). Con el apoyo de los dioses y con su flamante y nueva armadura, nadie lograría vencerle. Héctor buscaba el encuentro cuerpo a cuerpo con Aquiles. Tras ver como este atravesaba a su hermano Polidoro con su lanza, furioso, arroja su lanza al mirmidón pero Atenea la aparta con un tenue soplo. Aquiles acometió, entre horribles gritos, a Héctor, con intención de matarle, pero Apolo le arrebató al troyano y “lo cubrió con densa niebla” (Homero 2012, 388).

            Aquiles y los suyos perseguían al dios Apolo convertido en Agenor, tras haberle arrojado su lanza. Esta maniobra permitió a los teucros refugiarse dentro del recinto amurallado, a todos menos a Héctor, que permaneció extramuros. Tras destapar el engaño, corrió hacia la ciudad. Príamo fue el primero en verle venir por la llanura, y Héctor, inmóvil en la puerta, al observar cómo Aquiles se le acercaba, se echó a temblar y huyó espantado. Dieron hasta tres vueltas a la ciudad, en una veloz carrera sin lograr acercarse mutuamente. Aquiles se aseguró de que ninguno de sus guerreros le disparara flechas, ya que quería para sí mismo toda la gloria. En la cuarta vuelta, Zeus tomó la balanza de oro y puso en cada lado la suerte de cada uno de ellos. La balanza se inclinó bajo el peso del día fatal de Héctor. Apolo desamparó al troyano y Atenea se acercó a Aquiles: «Párate y respira; e iré a persuadir a Héctor para que luche contigo frente a frente»(Homero 2012, 411). Lo logró tomando la forma de Deifobo, hermano de Héctor. El clímax de la Ilíada se aproxima cuando Héctor, listo para el combate, recibe estas palabras de Aquiles: “Ya no te puedes escapar. Palas Atenea te hará sucumbir pronto, herido por mi lanza, y pagarás todos juntos los dolores de mis amigos, a quienes mataste cuando manejabas furiosamente la pica»(Homero 2012, 413). Fue el primero en atacar, pero Héctor, con agilidad esquivó el tiro. Su contrataque rebotó en el escudo de Aquiles y al volverse hacia Deifobo para pedirle otra pica y ver que no estaba, comprendió la astucia de los dioses: “¡oh!, ya los dioses me llaman a la muerte. […] Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria, sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de los venideros»(Homero 2012, 413-414).

            Aquiles, observó el único rincón del cuerpo que no estaba protegido por su vieja armadura, la garganta, y allí le envainó la pica, sin dañarle la tráquea para que pudiera hablar y responderle. Este es el instante que aparece representado en la escena del vaso donde Héctor, ya herido mortalmente, se desploma al suelo, donde pronuncia sus últimas palabras en vida: “No permitas que los perros me despedacen y devoren junto a las naves aqueas. Acepta el bronce y el oro que en abundancia te darán mi padre y mi venerada madre, y entrega el cadáver a los míos para que lo lleven a mi casa y los troyanos y sus esposas lo lleven al fuego» (Homero 2012, 414-415). No escuchó sus palabras, se ensaño hasta el límite, lleno de gloria, con el odio y la sed de venganza propios de un animal salvaje. Perforó los tobillos de Héctor y ató el cadáver a su carro para arrastrarlo bajo la mirada aterrada de su padre, madre y esposa. Tras llegar al lecho de Patroclo le dice orgulloso: «¡Alégrate, oh Patroclo, aunque estés en el Hades! Voy a cumplir cuanto te prometiera: he traído arrastrando el cuerpo de Héctor, que entregaré a los perros para que lo despedacen cruelmente; y degollaré, ante tu pira, doce hijos de troyanos ilustres por la cólera que me causó tu muerte» (Homero 2012, 420).

            En esta narración del relato podemos ver cómo mientras se narra el duelo entre el resto del escenario, el campo de batalla, desaparece completamente. El poeta se focaliza en duelos singulares, abstraídos de su entorno y que finalizan con la vitalidad o la glorificación de algún héroe. En el canto XVI se produce la muerte de Patroclo y la noticia llega a Aquiles en el XVIII. Aunque su respuesta parece inminente, Homero juega con el suspense hasta el canto XX-XXII, donde tendrá lugar su duelo contra Héctor. Por lo tanto, la guerra de Troya ha servido de fondo para la acción principal.

            En la Odisea apenas se mencionan contenidos de la Ilíada, solo entre los versos XXIV 73-84. Si lo hacen el libro de Alexandre y la Ilias Latina, y a partir de su comparación, podemos describir las diferentes narraciones del combate representado en la cratera de volutas y del armamento de Aquiles.

            En el libro de Alexandre podemos apreciar su fidelidad a la obra latina. Su parte central es una paráfrasis de ella, no de la Ilíada. En toda la obra se observa una medievalización cristiana, en la que el autor intenta hacer la obra más comprensible para la sociedad de la época. Para ello, narra acciones reformuladas con las armas, los rituales y la moralidad propia de la Europa del siglo XII. La caracterización de los personajes en el texto medieval es poco precisa, muy superficial en comparación con la Ilíada, ya que su parte dedicada a los acontecimientos de la guerra de Troya es poco extensa. En ningún caso se profundiza en su plano moral o psicológico como ocurre en la Ilíada.

            La Ilias Latina es un texto latino redactado en la época romana imperial, hacia el siglo I d.C., conservado en varios códices en los que se resume la Ilíada con el lenguaje de Virgilio y de Ovidio, que contó con una gran difusión durante la edad media. En lo referente al duelo entre Aquiles y Héctor, se narra con alto detalle la muerte de Patroclo y el llanto de Aquiles, mientras que el texto medieval se centra más en el duelo entre ambos.

            La preparación de Aquiles antes del combate refleja de nuevo el carácter medieval del relato al acercar su figura a la de un caballero, evitando el distanciamiento con el lector de la época: «como buen cavallero» (Cañas 2013, 266). Es el quien solicita a través de su madre, la diosa Tetis, que se le entreguen armas y no directamente como ocurre en el libro de Alexandre. También observamos diferentes visiones y definiciones en las nuevas armas de Aquiles.  En la obra medieval corresponden al armamento habitual de un combatiente medieval: loriga, casco, yelmo y escudo, frente a la griega en la que son un escudo grande, con triple cenefa y provisto de una abrazadera, una coraza, un sólido casco y unas grebas.

            Mientras que en la Ilíada se hace referencia a dos enfrentamientos, tanto el texto latino como el medieval trabajan un único combate, el definitivo del canto XXII, representado en la vasija que he seleccionado. En la Ilias Latina va desde los versos 931-937 y en el libro de Aleixandre entre las estrofas 667-712. En ellos se narra desde su diálogo previo al combate hasta la muerte de Héctor. La encomienda a Dios de Héctor antes de conocer su fatal destino, deja patente la diferencia entre ambos textos, la cristianización mostrada en el libro de Alexandre frente al texto clásico «acomendó su alma a Dios, el Padre Santo» (Cañas 2013, 267). Virgilio, en el libro XII de la Eneida también refleja la situación de duelo, no con Aquiles y Héctor de protagonistas sino con Turno y Eneas.

Obras citadas 

Apolodoro. 1985. Biblioteca. Traducido por Margarita Rodríguez de Sepúlveda. Madrid: Gredos.

Aristóteles. 1994. Retórica. Traducido por Quintín Racionero. Madrid: Gredos.

Cañas, Jesús, ed. 2013. Libro de Alexandre. Madrid: Cátedra.

Distis Cretense. 2001. La Ilíada Latina: Diario de la guerra de Troya. Traducido por María Felisa del Barrio Vega y Vicente Cristóbal López. Madrid: Gredos.

Homero. 2012. Ilíada. Traducción de Luis Segalá y Estalella. Barcelona: Austral.

Píndaro. 2002. Odas y fragmentos. Traducción de Alfonso Ortega. Madrid: Gredos.

Virgilio.1992. Eneida. Traducido por Javier de Echave-Sustaeta. Madrid: Gredos.


Jorge Viz González es artista conceptual, estudiante de Historia del Arte en la Universidad de Santiago de Compostela y estudiante de Filosofía en la UNED.

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